Mario Vilalva
Embajador de Brasil
El reciente aumento de los precios de los alimentos y la consiguiente amenaza a la seguridad alimentaria global han tenido amplia repercusión en los medios y foros internacionales, siendo los biocombustibles apuntados como responsables por el fenómeno. Tal idea, sin embargo, además de excesivamente simplista, encuentra escaso respaldo en la realidad.
Una serie de factores colabora para el dramático aumento de los precios de los alimentos y sería útil revisarlos, aunque sumariamente, con la finalidad de estructurar el necesario debate sobre la cuestión alimentaria de modo ponderado y equilibrado, sin esmeros.
Hay que reconocer, en primer lugar, el fuerte aumento de la demanda por productos básicos de alimentación derivado del rápido y vigoroso crecimiento económico en los dos países más poblados del mundo, China e India, además de varios otros en desarrollo. Al lado del crecimiento de la demanda, especialistas también apuntan las siguientes razones principales para los aumentos de los precios de los alimentos: (i) el incremento de los precios del petróleo, con gran impacto sobre la estructura de costos de la producción agrícola (transporte, fertilizantes, beneficiamiento); (ii) las recientes pérdidas de cosecha registradas en grandes productores de granos alimenticios, como Australia, fenómeno fuertemente influenciado por el cambio climático, que la diseminación del uso de biocombustibles ayudaría a mitigar, y (iii) la especulación financiera en los mercados futuros de "commodities".
Se percibe, de esa manera, que el discurso que asocia la producción de biocombustibles con el aumento de los precios de los "commodities" y una supuesta restricción en la oferta de alimentos simplemente no resiste a los hechos. Por este motivo, representantes gubernamentales e institutos privados han buscado destacar las exageraciones de la argumentación contraria a los biocombustibles.
El Fondo Monetario Internacional -conforme con el artículo publicado en el "Financial Times" el 26 de abril- estimó que la utilización de granos, tales como el maíz, para conseguir biocombustibles responde por apenas cerca del 20% del aumento de los precios de los alimentos registrado en los últimos dos años, y otras estimativas sugieren que ese efecto es aún menor. Por su parte, el subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, John Holmes, alertó a la comunidad internacional contra una precipitada reacción negativa al uso creciente de biocombustibles, recordando que los mismos "fueron desarrollados en respuesta a un problema muy serio, que son los efectos del cambio climático y la necesidad de reducir los efectos de ese cambio". El diario "O Estado de Sao Paulo" ya había divulgado, en su edición del 25 de abril último, un informe de la empresa alemana de consultoría F.O. Licht que afirmaba que la utilización de granos y oleaginosas para la producción de biocombustibles está en gran parte sobreestimada, siendo limitado su impacto sobre los precios. Según la evaluación de la citada consultoría, las alzas de precios de los "commodities" se deben principalmente al aumento de las compras especulativas (mercados de "futuros") y a los costos más elevados de energía utilizada para la producción agrícola.
Otra línea de argumentación, dirigida específicamente a la producción brasileña de etanol a partir de la caña de azúcar, reside en los costos ambientales y apunta a la deforestación como una consecuencia nociva de esa actividad agroindustrial. A ejemplo del falso dilema entre alimentos y biocombustibles, estas críticas se originan en un desconocimiento de la realidad del moderno agronegocio en Brasil.
La caña de azúcar ocupa apenas cerca del 10% del área cultivada en nuestro país. Según estimaciones del Ministerio de Agricultura, aún es posible incorporar más de 100 millones de hectáreas a los 62 millones hoy cultivados, sin necesidad de deforestación de bosques vírgenes para atender la mayor demanda de etanol. Cabe notar, también, que la expansión del cultivo de la caña viene ocurriendo sobre todo en el estado de Sao Paulo, a millares de kilómetros de la Amazonía; por lo tanto, en áreas anteriormente ocupadas por la pecuaria extensiva o por culturas de menor rentabilidad. Además, el vector dinámico de la cadena productiva de etanol ha sido el aumento de la productividad, lo que indica que áreas cada vez menores serán utilizadas para producir la misma cantidad de caña, sin necesidad de incorporación de nuevas tierras. Finalmente, cabe señalar que el avance del cultivo de la caña ayudó a aumentar la producción de alimentos en Brasil, toda vez que su plantación requiere rotación de cultivos.
Tanto es así, que al lado del aumento de la producción de caña (y de la industria del biocombustible que de ella ha derivado), la producción de alimentos en Brasil está aumentando en vez de disminuir. En 2008, el país tendrá una cosecha récord de granos: previsiones de la Conab (Compañía Nacional de Abastecimiento) indican que la producción brasileña de granos debe alcanzar un récord histórico de 143,3 millones de toneladas. El resultado deberá ser 8,7% mayor que el del ciclo 2006/2007, de 131,8 millones de toneladas. Estimaciones del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), referentes a mayo de 2008, registran una producción de 144,3 millones de toneladas, 1,2% sobre lo previsto en abril (142,6 millones de toneladas) y 8,4% superior a aquella obtenida en 2007 (133,1 millones de toneladas).
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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