Modelos y datos meteorológicos indican que en los últimos 50 años se redujo progresivamente la capacidad de absorber el carbono por parte de los depósitos naturales de este gas "invernadero" presente en la tierra y los océanos. En ese mismo período las emisiones de carbono aumentaron constantemente convirtiéndose en una situación crítica entre 2000 y 2009. La destrucción de la cubierta vegetal, la escasa reserva de humedad en los suelos y su erosión desertificaron ya el 35% de la superficie terrestre continental a nivel mundial. Nuestro país no es ajeno a esa realidad. En la Argentina disfrutamos casi sin darnos cuenta la diversidad que ofrece la naturaleza. El oxígeno que respiramos, esencial para la subsistencia de los seres vivos, proviene directamente de las plantas. No obstante, la ignorancia de algunos y la falta de escrúpulos de otros, están poniendo en peligro tanta bonanza natural. La falta de planificación en las diversas actividades agrícolas, mineras, industriales y domésticas, están provocando alteraciones no controladas en el sistema natural y sobre el suelo en particular. De estos efectos puedo mencionar, entre otros muchos, el impacto en la salud de la población, la reducción de las fuentes de agua potable y la reducción del área agrícola aprovechable, en términos de superficie y de fertilidad. De lo expresado en el párrafo anterior surge que las principales cuencas acuíferas que surten de agua potable a la población se hallan contaminadas de distintas formas, entre las cuales las más difundidas, como quedó dicho, son las que derivan de verter en sus cauces líquidos cloacales o industriales sin tratamiento previo, que contienen contaminantes químicos muy diversos que a la postre terminan siendo absorbidos por vía directa o indirecta. La escasa reserva de humedad en los suelos de la región del oeste y el sudoeste bonaerense, La Pampa, San Luis y el sur de Córdoba, producto de la aguda sequía que afecta desde hace varios años a esas regiones, está afectando gravemente la actividad agrícola y ganadera. Debemos tener presente que las fuerzas más potentes que produjeron los mayores efectos en la historia de la tierra han sido, por lo general, las más silenciosas. En particular he de advertir hoy el tan adelantado proceso de desecación o desertificación de nuestro suelo; el del planeta lo dejo librado a su interés por investigarlo. Somos seres que habitamos tierra firme y nuestra existencia depende de la de otros seres que también viven en ella. La lenta pero sostenida desaparición del agua es hoy un hecho de suma gravedad, porque cuando el suelo se queda sin agua, los bosques más frondosos y las praderas más espléndidas, se convierten en estériles desiertos. Veamos que está pasando en nuestro país: En los últimos 70 años la reducción de la superficie forestal nacional alcanzó el 66%, siendo la región chaqueña una de las más afectadas por el fenómeno. El 28% de los suelos de lo que ayer fue considerado el granero del mundo están sujetos a procesos de erosión, habiendo algo más de 22 millones de hectáreas ayer cultivables (un poco más del 10% del total) directamente degradadas, es decir de improbable recuperación; la superficie boscosa original se redujo a menos de un tercio, talándose algo más de 30.000 hectáreas por año, a esto debemos agregarle la deforestación producida por el fuego que normalmente afecta a provincias como Córdoba, San Luís, Chaco, Santiago del Estero y la zona patagónica andina. Se estima que cada año se suman al deterioro ecológico unas 650.000 nuevas hectáreas. La realidad de este proceso de desecación/desertificación nos está revelando cuáles han de ser las consecuencias más graves que la carencia de agua y la infertilidad del suelo producirá en nuestro país: migraciones internas, hambre, pobreza, conflictos sociales y cambio climático Recuerde usted que hasta no hace mucho teníamos (o creíamos tener) las mismas posibilidades de desarrollo agropecuario que Canadá y Australia, pero la lenta formación de desiertos en lugares en donde no hace mucho tiempo eran reconocidos como prósperas zonas de producción agrícolas y/o ganaderas junto al grave problema conceptual/ideológico existente en el matrimonio Kirchner que le ha hecho adoptar políticas erróneas, nos van sacando progresivamente de aquella ilusión competitiva. Si seguimos devastando los montes/selvas a pesar de ser tan valiosos (y año tras año lo estamos haciendo con más rapidez) sin pensar más que en el momento actual, descuidando las necesidades futuras, las consecuencias serán gravísimas. ¿No se pueden construir acueductos que lleven el agua que en otras regiones producen inundaciones o tienen en exceso, a aquellas que padecen sequía? En el valle medio y alto valle de Río Negro y Neuquén se pudo, ¿recuerda lo que era aquello? ¿Le importará esto al actual Gobierno y a sus burócratas? El supuesto "modelo de desarrollo sustentable" cristikirchnerista ¿incluirá estrategias de prevención y control ecológico como para contrarrestar la erosión, deforestación, desertificación, contaminación del suelo y el efecto "invernadero"? Teniendo en cuenta que el comportamiento de la pareja presidencial habla por ella, creo que como el medio ambiente y la ecología no producen dinero contante y sonante sino todo lo contrario, necesitan inversión, no les importa, (qué propósito o incentivo puede tener que el presupuesto para el 2010, que ya aprobaron los representantes del pueblo -nuestros representantes-, prevea una partida de dinero inferior en $520 millones a lo que establece la Ley 26.331 para el Fondo de Protección de los Bosques Nativos), pero les aseguro que para el pueblo argentino esta realidad que día a día se agrava, será una desgracia, porque toda la vida humana depende del agua y de las hojas verdes. En azul y blanco. |