Representan una oportunidad de negocios, pero se discute el efecto sobre los precios de los alimentos y el medio ambiente.
ROSARIO. - La expansión mundial de los biocombustibles crea oportunidades de negocios, pero también abre el debate sobre si esa nueva alternativa energética no provoca un aumento en los precios de los alimentos o si ocasiona daños en el medio ambiente.
En el Foro Global de Bioenergía, convocado por las entidades que representan a las cadenas del maíz, el girasol y la soja, y que terminó el viernes en esta ciudad, la discusión no quedó saldada.
A esa incertidumbre se suma la gran revolución tecnológica que se lanzó para buscar energías de fuentes renovables. Hoy, el debate se centra en la utilización del maíz, la soja o el azúcar para llenar los tanques de los autos y los camiones. Pero en el mundo también se habla de producir combustible con algas marinas, estiércol de vacas y cerdos, o restos de árboles.
Ignace Debruyne, experto belga en biocombustibles, explicó que la Unión Europea (UE) se fijó como meta para 2010 que el 5,75 por ciento de todo el diésel que consume fuera reemplazado por biodiésel.
En la actualidad tiene un déficit entre lo que produce y lo que consume del 28% y se calcula que para esa fecha el déficit será del 47%, por lo que inevitablemente deberá aumentar sus importaciones.
Al respecto, identificó a la Argentina y Brasil (productores de soja), y Malasia e Indonesia (de aceite de palma) como los países con mejores posibilidades de ocupar ese mercado. De allí que la mayor parte de las inversiones en marcha en la Argentina corresponden a proyectos de exportación.
Análisis de riesgos
En tanto, como hecho inusual para este tipo de encuentros, se pudo escuchar a un representante de Greenpeace, Juan Carlos Villalonga, director político de la entidad ecologista, consideró: "Es inexorable: los precios aumentan; sube la demanda, y esto empuja a buscar nuevas áreas de cultivos, lo que implica mayor deforestación".
En cambio, Martín Fraguío, director ejecutivo de la Asociación Maíz Argentino (Maizar), sostuvo que hay que diferenciar entre el incremento de las cotizaciones de las materias primas y el aumento de los alimentos.
"Se cita el caso de las tortillas de maíz en México, pero allí lo que ocurrió fue otra cosa. Cuando firmaron el Nafta con los Estados Unidos (en 1994) redujeron la producción de maíz y comenzaron a importarlo del mercado norteamericano. Los EE.UU. se lo vendieron a precios de subsidio, pero cuando comenzó la expansión del etanol y aumentó la demanda de maíz, se lo empezaron a vender a precio de mercado. Y México, para entonces, ya se había convertido en el primer importador de maíz del mundo", sostuvo Fraguío.
Una segunda generación
Villalonga, que no se expresó en contra de los biocombustibles, opinó que habría que abrir el abanico de opciones y no limitarse a la soja.
"Hay una segunda generación de biocombustibles", dijo, como los restos de los cultivos o los árboles (biomasa). Debruyne citó las algas y arbustos casi olvidados, como la jatrofa.
Por otra parte, Villalonga advirtió sobre los riesgos del avance irracional de la frontera agrícola. "Esperemos que la bioenergía no sea el golpe fatal para los bosques nativos", concluyó, y reclamó la aprobación de la ley que propone proteger a los bosques nativos.
Un productor salteño, Marcelino Sierra, de Olmedo Agropecuaria, explicó que el desmonte podía hacerse en forma racional, dejando cortinas de árboles entre los campos destinados a la agricultura. "Pero hay muchos que esto no lo hacen", admitió.
El investigador y docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Jorge Adamoli, consideró que antes de avanzar sobre áreas frágiles habría que pensar en duplicar la productividad de granos y carnes sobre la tierra actualmente en producción.
"Es posible hacerlo", concluyó Adamoli. (Fuente: La Nación).
Rodrigo González Fernández
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