"Caballo Loco es, sin duda, un poderoso buque insignia del vino chileno de alto vuelo"
El vino de alta gama chileno evoluciona con franqueza y honestidad. Luego de fortalecer su industria con infinidad de etiquetas de relación precio/calidad imbatible, la patria de Pedro Lemebel ha hecho posible un cierto tipo de vino que va más allá: sin complejos, ambicioso, preciosista y con aspiraciones.
Hoy, Chile se da el lujo de mostrar al mundo caldos muy bien hechos, que harían morder el polvo a cualquier botella cosechada en grandes bodegas europeas. Incluso es capaz de lograr "vinos de culto", por los que algunos son capaces de pagar pequeñas fortunas. Tal es el caso del codiciado Caballo Loco, excusa de esta nota.
Vino elaborado de manera excepcional, su etiqueta no muestra la cosecha, sino el número de edición, hasta hoy doce, exactamente. Sacado al mercado por primera vez a principio de los noventa, sus ediciones sucesivas son consecuencia de una particular mezcla de partidas de vino guardadas por Viña Valdivieso -suerte de solera que contiene porcentajes de todas las cosechas desde 1990- que se combina con un 50% de la cosecha del año más reciente, de tal modo que el "vino base" celosamente guardado en las bodegas de la casa, se "refresca" con otra mitad de la última cosecha, de la cual, a su vez, se guardan dos tercios para mezclar con la solera.
Este 1ro. de abril, en el marco de la 4ta. Edición de Sólo Los Mejores y por intermediación del Francisco Dorta, importador y distribuidor exclusivo de Viña Valdivieso a Venezuela, pudimos degustar, por primera vez en Tierra de Gracia, cuatro ediciones en vertical de Caballo Loco, a la sazón, las No. 9, 10, 11 y 12. Una nutrida sala de cata con sesenta aficionados de paladar filoso y declarado entusiasmo, fue testigo de la fuerza y personalidad del este especial vino chileno.
Cada edición mostró lo suyo. No. 9 se entregó pleno y maduro, pero todavía fogoso, y su nariz fresca y boca sedosa fueron un regalo al paladar. No. 10 viene creciendo en la botella y su nariz compleja y matizada, ayuda una boca muy fina y en plena evolución. No. 11 tal vez fue el menos expresivo: austero y cerrado, caprichoso y tímido como un adolescente de 17 años, fue mezquino en su belleza y potencial. Hay que darle tiempo. No. 12, joven y brioso como un potro pura sangre, fue un regalo de fortaleza y potencia: pidió a gritos ser domado en la botella.
Caballo Loco es, sin duda, un poderoso buque insignia del vino chileno de alto vuelo. Un más que valedero ejemplo de lo que el Nuevo Mundo es capaz. ¡Salud!
vladimirviloria@gmail.com
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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