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La actividad agropecuaria es la actividad productiva más antigua de la humanidad; este simple hecho implica que es el sector que ha experimentado el mayor número de políticas públicas.

jueves, diciembre 25, 2008

María Luz Marín en el mercurio :

María Luz Marín:
"Hay mujeres que somos un poquito obsesivas"

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La enóloga y dueña de la viña Casa Marín afirma que ella ha contribuido al despegue del sauvignon blanc chileno. Con múltiples desafíos por delante, en este momento su apuesta es el syrah y los blancos aromáticos y... seguir disfrutando el resultado de tanto esfuerzo.

Jueves 25 de Diciembre de 2008
María José Errázuriz L.

Su pasión tiene arraigo en la historia de su familia. Su abuelo paterno, que no conoció, fue lo que se podría decir un enólogo autodidacta; y su padre y abuelo materno –a escondidas de su madre- le dieron a probar, desde muy pequeña, algunas cucharaditas de vino porque, en ese entonces, ya sostenían, sin ningún respaldo científico, que era bueno para la salud.

Esa misma pasión es la que le ha traspasado a sus dos hijos, de 26 y 25 años, a quienes crió sola porque se separó muy joven. Uno de ellos estudió viticultura, hizo un postgrado en Nueva Zelanda y ahora está a cargo de la viña, mientras que el otro estudia ingeniería informática y la ayuda en la parte administrativa.

María Luz Marín, Marilú, ha logrado hacerse un nombre en la industria. Elegida recientemente enóloga del año por la guía "Mujer y Vino", fue la primera en hacer vino a sólo 4 kilómetros del mar, en Lo Abarca, detrás de Cartagena, y es la única chilena con viñedo propio, Casa Marín.

Estudió agronomía en la Universidad de Chile, cuyos primeros años hizo a regañadientes porque tanto ramo de economía agraria y contabilidad agrícola la desmotivaban. Ya en cuarto, cuando empezó viticultura, descubrió que la enología era su camino y pasó del fondo de la sala, a sentarse en primera fila.

Regalona de su padre, lo acompañaba en sus andanzas por el Club Hípico, remates de caballos y recorridos por el campo que tenía en Lo Abarca, lugar donde ella enterró sus raíces.

Tras recibirse, tuvo la oportunidad de ingresar a la Viña San Pedro, cuando en ese tiempo las pocas mujeres enólogas pasaban a engrosar las filas del SAG o de un laboratorio. "Fue muy sacrificado, fui la primera mujer en ingresar a la industria privada y se debió a que pertenecía a unos alemanes. Ellos se lo cuestionaron mucho, pero, después, cuando se dieron cuenta que generaba noticia, me expusieron en los medios como un plus", cuenta.

"Me retiraron (después de 7 años) cuando la viña la compró un grupo español", dice con una sonrisa que evoca que eso gatilló en ella la decisión de independizarse. Aunque en su mente estaba la idea de crear un vino, no tenía las espaldas financieras y terminó, en 1993, abriendo una exportadora de vinos a granel, Xpovin, que todavía mantiene.

El vino le ha abierto múltiples oportunidades y desafíos. Para poder desarrollar su pega desde la casa, siempre buscaba ayuda en la tecnología; dice que fue la primera en tener un telex y luego, un fax. "Esto es muy movido, muy entretenido y yo estaba siempre al acecho".

-¿Qué te decidió a lanzarte con una viña?
"Bueno, como todo enólogo, el sueño es tener un vino propio y hacer las cosas que uno cree que debe hacer. Por eso, me metí en esto, de comprar un terreno, plantarlo y hacer el camino más largo porque si hubiera seguido con el vino a granel estaría mucho más cómoda. Pero quería hacer un vino distinto, único, y jugármela por cosas más entretenidas".

Historial

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-Eres bien pionera. Eres la primera chilena dueña de una viña, pero también la primera en plantar en la costa.
"Sí y no empecé antes porque no tenía los medios o no supe vender bien mi idea. Cuando busqué inversionistas, todos me creyeron el cuento, pero me decían que ponían la plata para un proyecto fuera de Lo Abarca, que son cerros escarpados, con viento salino, y sólo servían para eucaliptus; iban conmigo en la zona central, en algo seguro. Creo que habría partido unos 3 años antes, pero las cosas se tenían que dar en su momento, tuve que esperar a hacerlo sola, machucándome".

Compró 40 hectáreas y en diciembre de 1999 empezó a poner las primeras hileras. La primera cosecha, contra viento y marea, de sauvignon blanc fue en 2003. Desde entonces, sus vinos –que incluyen pinot noir y ahora syrah- han conseguido altos puntajes en las revistas especializadas como Wine Spectator y Wine Spirits. Y esto no es menor si se considera que por lo húmedo del clima las posibilidades de que la vid sea atacada por hongos son altísimas. "Son bien adversas las condiciones", dice.

-¿Por qué optaste por eso? ¿El destino hizo que se conjugaran tus añoranzas infantiles con tus conocimientos?
"Esto no tiene nada de casualidad. Cuando tenía 8 años me quedaba, invierno y verano, viendo como los campesinos sacaban lechugas, tomates y otras verduras y frutas grandes. Sólo pensaba que había una energía especial... sus lechugas costinas eran famosas.
"Después, cuando estudiaba y trabajaba, pensaba en hacerlo ahí porque quería hacer una cosa distinta. En mis viaje comprobé que el vino chileno se conocía como bueno, bonito y barato, pero fome, siempre igual y yo creía que había que plantearse desafíos, hacer cosas más novedosas".

-Pero eso era más que un desafío, era un suicidio.
"Exactamente y yo estaba dispuesta a correrlo porque estaba sola. No tenía que rendirle pleitesía a otra persona por usar su plata. Yo confiaba en esto y tenía claro que iba a salir algo único, muy diferente y lo fui desarrollando. Soy como de idea bien fija y en un momento no hubo marcha atrás, aunque la sufrí, en muchos momentos lo pasé mal, de repente pensé en retirarme, pero decía no hay vuelta".

Marilú recuerda que la gente de la industria no le dio muchos ánimos. Le decían que a no ser que sacara algo muy bueno y radical, no iba a tener éxito; también le aseguraban que en Inglaterra no iba a poder sobrepasar la barrera de los 8 pounds en el precio, pero ella estaba confiada.

"Desde un principio, mi producto salió, para mi gusto, maravilloso. Creo que he contribuido a dar un salto en el sauvignon chileno, con una calidad diferente", asegura y lo grafica en el hecho de que su primera exportación a tierras inglesas lo hizo a 13,99 pounds y que después de ella, este producto también consiguió que los blancos en Chile alcanzaran precios sobre los 12 mil pesos.

-¿Crees que te reconocen tu aporte?
"No, no..."

-¿Son muy machistas?
"Diría que sí, lo digo honestamente. Creo que reconocen que Pablo Morandé empezó 10 años antes a hacer vino blanco en Casablanca, pero eso está a 40 kilómetros del mar, que es algo totalmente diferente.
"Somos así y las mujeres contribuimos en eso. Yo no tengo pelos en la lengua para decir que teniendo este viñedo ahí he contribuido a darle un despegue y afuera me lo reconocen. Hay algunos que después me han dicho, pero, claro, si los blancos tienen que ser de la costa como si dieran las cosas por hecho. La primera vez que saqué un sauvignon blanc, invité a un grupo a probarlo y me dijeron sí, es bueno, pero no es nuestro estilo".

-¿Eso era sincero o era una excusa?
"No lo sé, creo que los tomó de sorpresa, fue como que me dijeron que no era lo que conocíamos y no era comercial. No lo sé, pero la cosa es que todos han seguido ese camino, ese estilo, con una acidez muy alta, con una mineralidad, con una jugosidad, vinos que se mantienen mucho tiempo en la boca, que son de larga vida, que hablan por sí solos. Todo esto me parece estupendo y se ha dado un vuelco tremendo; afuera dicen que en donde Chile ha dado un salto es en el sauvignon blanc".

-¿Qué hay en Marilú que emprendió donde se supone que tenían que haber emprendido los hombres? Se supone que ellos son los que toman los riesgos y las mujeres buscamos resguardos.
"Es que hay mujeres que tienen la capacidad de tomar riesgos, tienen las cosas súper claras y son un poquito obsesivas".

-O sea, te sales de la regla.
"Sí, me gustan los desafíos y más cuando corro los riesgos sola. Cuando involucras a otras personas lo piensas. Soy así en muchas cosas de mi vida; he tomado riesgos, me he caído muchas veces, obviamente, me he equivocado".

-¿Cuál es tu próximo paso?
"Lanzarme a los blancos aromáticos, donde hay un potencial tremendo, aunque no es tan comercial. Aunque saco mucho para afuera, igual me interesa el mercado chileno, me interesa que se den cuenta de qué son estos vinos. Y también el syrah de clima frío, de zona costera, que es totalmente distinto, cuya primera cosecha ya obtuvo 92 puntos en Wine Spectator. Hay en Leyda y Casablanca, pero nosotros somos más extremos y el syrah es acusete, es el que mejor expresa el terroir; queremos introducir vinos con menos madera, porque hay toda una tendencia, una demanda, de vinos no tan robustos".

-¿Y todo esto en las mismas 40 hác. o creciste?
"No, en las mismas. A lo mejor podrían ser más adelante unas 10 hác. más, pero en estos tiempos, dada la situación que se está viviendo en el mundo, me lo tomo con mucho respeto, cuidado".

-Ahí te sale lo mujer.
(Se larga a reír) "Sí, lo precavida... lo importante es que tenemos una imagen buena que hay que consolidarla y entrar a más mercados. Cuando tengamos todo más asegurado, recién ahí daremos el paso de aumentar los volúmenes".

Sin medirse, Marilú confidencia que ha recibido en el último tiempo ofertas de compra o asociación para crecer tanto chilenas como extranjeras, pero agrega que ha rechazado hasta ahora esas propuestas. "No me interesa, quiero empezar a disfrutarlo", afirma.

-Pero te vas a dejar pololear...
"Sí, obviamente, eso está también en la mujer (lo dice con una gran sonrisa coqueta). Es rico, te indica en dónde estás, qué lugar ocupas en el mercado. Pero no lo quiero hacer, quiero ir piano piano... es alimento para mi alma presentar mis vinos y ver que son bien recibidos, estoy gozando un poco el esfuerzo".

-Estás disfrutando tu guagua.
"Exactamente, no quiero que la guagua crezca y tenga 18 años, ¿para qué? Esto es lo rico de la vida".

 

 


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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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