De los 22 millones de km2 expropiados al planeta por el hombre para uso agrícola, más de un millón es superficie forestal, según el informe Árboles en tierras de cultivo, elaborado por investigadores de varias universidades y organismos internacionales. Presentado en la Cumbre Mundial Agroforestal, celebrada en Nairobi (Kenia) la semana pasada, el trabajo desmonta la idea de que el agricultor es un enemigo natural del árbol. El avance de la agricultura, desde su aparición en el Neolítico, ha sido a costa de los bosques. Pero no necesariamente de los árboles.
Esa es la conclusión de un grupo de científicos que, por primera vez, ha estimado la presencia arbórea en las tierras de cultivo: dos veces la extensión de la selva amazónica. El trabajo ha usado imágenes del satélite Terra de la Nasa dentro del Proyecto MODIS y datos geospaciales del Mapa Digital del Mundo, impulsado por el gobierno de EEUU. Según sus datos, casi la mitad de las fincas o campos tienen al menos el 10% de su superficie cubierta de árboles. Otro tercio de las tierras agrícolas tienen un 20% de manto forestal y hay incluso un 8% de las plantaciones donde la mitad del suelo se dedica a distintos usos arborícolas.
Para el premio Nobel de la Paz de 2004, Wangari Maathai: "Este estudio muestra pruebas convincentes de que los cultivos y los bosques no son mutuamente excluyentes sino que los árboles juegan un papel esencial en la producción agrícola" . El fundador del movimiento Green Belt, que defiende la viabilidad de un desarrollo sostenible, ha estado en la cumbre agroforestal. Aunque con los datos manejados por los investigadores no se ha podido conocer qué tipo de árboles predominan en el suelo agrario, hay un mezcla entre funciones tradicionales y nuevas.
Junto a los árboles frutales, los destinados a obtener madera o forrajes para los animales, también están los que marcan las lindes entre parcelas, los cortavientos y los plantados para evitar la erosión. Otros tienen una aplicación más avanzada, como la Faid-herbia, un espinoso que se usa en varias zonas de África para abonar los campos de maíz en sustitución de los fertilizantes químicos. Más importante es su misión como capturador de CO2. De hecho, uno de los objetivos de la reunión de Nairobi es mostrar el papel de la silvicultura contra el calentamiento. La próxima cumbre sobre el cambio climático, que se celebra en Copenhague a finales de año, tiene en su agenda la idea de dar dinero a los planes de secuestro de carbono con árboles.
Otra de las creencias que quiere desmontar el informe es la correlación entre densidad de población y agresión al medio. Aunque acepta la visión histórica de que en la fase inicial de desarrollo agrícola en una zona, los bosques clarean, los árboles vuelven a ocupar el terreno cuando los agricultores buscan mejorar y diversificar la producción con especies aprovechables. Además, según han observado, existen zonas agrarias superpobladas, como el sudeste de Asia, donde la masa forestal es escasa. Pero también hay zonas poco pobladas como el norte no amazónico de Brasil, con una gran capa arbórea. Para los autores, el régimen de propiedad de la tierra, la economía de mercado o las decisiones políticas explican la mayor o menor presencia de árboles en las tierras cultivadas tanto o más que el clima o la presión de la población sobre su medio.
A excepción de las del norte de África y Asia occidental, el resto de tierras agrícolas del mundo tiene una presencia significativa de árboles. Destacan América central y del sur, y el sudeste asiático. Unos 600 millones de personas viven en zona de cultivo con capa forestal, un tercio de la población agraria. Un caso especial es el del sur de Asia. En la cultura del arroz, convive una gran cantidad de población agraria en tierras de pocos árboles.
Vínculo recomendado
World Agroforestry Centre http://www.worldagroforestry.org/af/index.php