Ni el más purista de los custodios de la gestión empresarial ha podido encontrar argumentos de peso para poder defender a la empresa Agrosuper, frente al indigno episodio que afecta a los habitantes de la localidad de Freirina, en el valle del Huasco. Los pestilentes olores emanados de su planta faenadora de cerdos colmó la paciencia de sus habitantes que, hartos de una nula respuesta concreta de parte de la fábrica y ante la inmovilidad de las autoridades regionales, salieron a protestar a las calles.
Este caso arroja al menos tres elementos sobre los cuales es imposible desviar la vista. Lo primero es que se vuelve a repetir un inadecuado comportamiento empresarial. Lo segundo que queda en evidencia es que nuestras normativas medioambientales hace rato están haciendo agua. Y el tercer elemento sobre el que, ojalá, podamos aprender de una buena vez, es que hubo que esperar una manifestación en las calles para que la autoridad reaccionara.
Partamos por esto último. Es cierto que incomoda a más de alguien el que la ciudadanía decida protestar de forma vistosa (y muchas veces violenta) cuando siente que sus demandas o quejas no están siendo atendidos. Pero así como no se puede negar que el método es poco ortodoxo y colinda con actos que en oportunidades se vuelven vandálicos, es muy cierto también que parece ser el más efectivo.
El problema de los malos olores en Freirina se venía registrado hacía meses. Sus habitantes, con sus casas, cortinas y ropas pasadas a una hediondez tremenda, habían reclamado y reclamado, sin encontrar respuesta concreta al problema. La semana pasada, alumnos de una escuela afectada por los malos olores, se tomaron una calle en reclamo de atención por parte de las autoridades. Al día siguiente, la manifestación creció, hasta que el viernes la movilización se volvió masiva. Se cortó el acceso de los funcionarios a esa planta y, quedando vacía, el problema se hizo mayor porque los casi 500 mil chanchos no recibieron alimentación. Empezaron a morir, los vivos se comían a los muertos y esto declaró una alerta sanitaria que obligó una atención de las autoridades. Dos ministros y un subsecretario viajaron a la zona y apenas pusieron un pie en Freirina, al tomar su primera calada de aire, palparon en sus pulmones y narices lo fuerte del problema y no les quedó otra que cerrar inmediatamente la planta faenadora.
Como ya ocurrió con Aysén, Calama y Magallanes, donde los intendentes operaron como meros correos entre los habitantes locales y el Gobierno en Santiago, en el Huasco las autoridades locales no fueron capaces de solucionar las demandas. Ausentes de un mandato que las empodere realmente, se hace urgente discutir en serio la idea de que los mandamases de la zona sean elegidos por sus propios habitantes y no designados de Santiago. No se entiende que tenga que viajar un representante del Ejecutivo desde la capital y menos que se use el concepto de "ministro empoderado". ¿Por qué no se empodera de una vez por todas a los intendentes?
Además del aspecto político, aparecen varios otros cuestionamientos. ¿Cómo fue posible que una planta que emite ese nivel de malos olores llegara a funcionar? Nuestro sistema de evaluación de impacto ambiental sigue estando al debe. Hay muchas consideraciones políticas al margen de exigencias medioambientales que pueden llevar a que una empresa reciba la aprobación o el rechazo de parte de las autoridades. Agrosuper parecía cumplir con lo exigido, pero en la práctica lo que se le pidió fue insuficiente. Y así como este caso, está el de la central termoeléctrica de Barrancones, que se iba a instalar en Punta de Choros. Cumplía con todos los permisos exigidos, pero aún así, el Presidente Piñera estimó que eran incompletos y exiguos y canceló su construcción. En un país donde es la naturaleza la que nos sostiene económicamente, no cuidarla parece un despropósito.
Como ultimo elemento, aunque no por eso menos relevante, está el comportamiento propio de Agrosuper. La empresa tiene un historial no menor de comportamientos similares, siendo Melipilla uno de los casos más recodados en estos días. Abundan las denuncias en su contra por haber lanzado aguas sucias –los famosos riles- a canales de regadío.
La Responsabilidad Social Empresarial, RSE, es mucho más que plantar arbolitos para aparecer luego como una empresa responsable con el medio ambiente. Hoy exige –no en lo legal pero sí en lo ético- que no sólo se preocupe de evitar la contaminación al final de la cañería, sino de hacer una producción sustentable de principio a fin.
Cuando la asimetría en la relación con las empresas nos muestra que son capaces de coludirse para fijar precios (vaya paradoja, Agrosuper enfrenta investigaciones en ese sentido), cuando son apuntados por abusar de sus trabajadores y más encima de no cuidar el medio ambiente, es inevitable que la cosa termine mal. Y aunque en estos días la Asociación Gremial de Productores de Cerdos de Chile, Asprocer, se ha esmerado en publicar cartas en los diarios cuestionando la movilización de los freirinos, me fue imposible hallar alguna otra carta suya mostrando preocupación por el mal olor en la zona.
Es probable que a usted, que lee esta columna, no le guste que la gente proteste en las calles. Pero le aseguro que si sus hijos vivieran con náuseas y dolores de cabeza permanentes por el hediondo ambiente de la zona y nadie hace nada, sería de los primeros en exigir a viva voz una solución. Ojalá que nunca tenga que llegar a eso.
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