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La actividad agropecuaria es la actividad productiva más antigua de la humanidad; este simple hecho implica que es el sector que ha experimentado el mayor número de políticas públicas.

miércoles, junio 03, 2009

AGRICULTURABLOGGER CHILE Proyectan una buena temporada para naranjas, Período 2009/10

Período 2009/10

Proyectan una buena temporada para naranjas

 

Una nueva distribución de los envíos de naranja chilena se observará esta temporada, con una disminución porcentual de las exportaciones hacia los mercados de Europa y Lejano Oriente para entrar por primera vez a Estados Unidos, informó esta semana el Sistema de Inteligencia de Mercado de la Fruta Chilena (Simfruit).

Según el sistema, las exportaciones chilenas registrarían una leve alza cercana al 7%, que permitirá exportar alrededor de 40.267 toneladas. "La redistribución en los destinos de las exportaciones chilenas se debe a que se buscará potenciar los envíos de la mejor fruta hacia el mercado de Estados Unidos", detalla el informe.

Según destaca Simfruit, "la naranja chilena entrará por primera vez al mercado estadounidense, lo que significa una gran oportunidad para Chile porque el consumo de Estados Unidos es fuerte y, a su vez, el número de competidores que participan del mercado es más reducido que en Europa".

El calendario para la actual temporada comienza con las cosechas de naranjas durante la semana 21 en las zonas más al norte (Ovalle) y con las variedades más tempranas, como Fukumoto. En el caso de la zona central, ésta se iniciaría en los primeros días de julio, coincidentemente con las cosechas tardías de la zona norte.


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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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Darwin y Chile por Gonzalo Vial

Darwin y Chile

Vial, Gonzalo  La Segunda
Martes 02 de Junio de 2009

 

http://blogs.lasegunda.com/fotos/vial_gonzalo.jpg

Vial, Gonzalo

 

 

El bicentenario del nacimiento de Darwin ha dado origen a un homenaje múltiple y mundial, ciertamente muy justo, al cual Chile no se ha sustraído. Y no podía haberlo hecho, pues durante sus cinco años de viaje como hombre de ciencias semioficial del Beagle hizo observaciones antropológicas, geológicas y naturalistas que de modo importante se relacionaban, directa o indirectamente, con nuestro país. Las vació, según se sabe, en el último de los tres tomos de la versión oficial de aquella aventura (1839), republicada con cambios trascendentes el año 1845 bajo el título El viaje del Beagle.

 

Los cambios apuntaban ya a la teoría de la evolución —como opuesta a la fijeza de las especies divinamente ordenada, la tesis creacionista— y se explicitó en el libro más famoso de Darwin, El origen de las especies (1859).

 

Nadie ignora el terremoto científico que significaron esta obra y teoría. Su aparente filo anticristiano (aunque el sabio sólo abordó el evolucionismo en el hombre algunos años después) hizo de ellas una bandera en la lucha que diversas escuelas de pensamiento —cientismo, positivismo, etc.— libraban a fines del XIX contra el pensamiento tradicional de la Iglesia Católica. Aquí, la lucha indicada adquirió un carácter extrema y amargamente político, ese siglo. Nuestros pensadores anticlericales, progresivamente, harían de Darwin un oráculo —algo siempre muy negativo para un científico— y del evolucionismo un dogma. Barros Arana, v.gr., comenzó por mirarlo con dudas y terminó llamándolo "la teoría más luminosa".

 

La Patagonia

Darwin/oráculo fue uno de los motivos, si no el principal, que llevaron al generalizado menosprecio de la Patagonia —que disputábamos con Argentina— entre los intelectuales y gobernantes chilenos. El Beagle la había visitado con cierta detención y Darwin, desembarcando, hizo varias incursiones terrestres a su interior, una de ellas —muy penosa— de 140 millas. Su cuadro y diagnóstico fueron siempre los mismos: "ni una sola gota de agua fresca"... once horas sin probarla, durante un reconocimiento; sequía la mayor parte del año; intentos de colonización europea , "miserables" y abandonados; indios crueles y agresivos; un paisaje invariable y "extremadamente sin interés". Ni plantas, ni pasto. ¿Fauna? Pobre, mas la Patagonia "puede sin embargo jactarse de un stock de pequeños roedores mayor quizás que el de cualquier otro país del mundo". Etc., etc. 

 

Según he anticipado, esta Patagonia inútil devino un lugar común en Chile. Barros Arana lo confirmó al escribir —"con mucho cuidado y mucho amor", decía él mismo— Elementos de Geografía Física (1871), que llevaba cinco ediciones el año 1900 y era el texto más usado por los estudiantes de humanidades o secundarios: "No es (la Patagonia) sino un inmenso desierto donde sólo aparece por intervalos una vegetación raquítica y espinosa: aguas salobres, lagos salados, incrustaciones de sal blanca se alternan con esta triste vegetación... hasta el pie de los Andes... (de) vertientes casi desnudas por ese lado". Reiteraba don Diego tales conceptos a los negociadores argentinos el año 1878, apoyándolos con las "observaciones de los hombres científicos" que habían visitado e investigado esos territorios... Darwin sin duda entre ellos.

 

Pero don Diego era un admirador de la Patagonia al lado de Vicuña Mackenna, cuyo libro de igual título (1880) amplificaba al investigador inglés con toda la elocuencia desmesurada de don Benjamín. Era una "tierra maldita", dijo; apenas servía para enviar a ella criminales que merecieran un destino peor que la muerte.

No debe creerse, sin embargo, que Darwin "inventara" la negativa visión chilena de la Patagonia. Lastarria la había anticipado en Lecciones de geografía moderna, el año 1838. Pero (según ha hecho notar sagazmente Manuel Ravest: Barros Arana y la pérdida de la Patagonia: mito y verdad) las ediciones POSTERIORES de ese libro enfatizan la inutilidad de aquel territorio, con tonos ultradarwinianos: "Ofrece el aspecto más horrible... no hay más árboles que algunos sauces a orillas de los ríos... ni... mineral alguno... (ni otros animales) que guanacos y zorrinos" (1857). 

Ahora bien, en el Tratado de 1881 cedimos la Patagonia a Argentina, a cambio del Estrecho de Magallanes y de mantener al vecino fuera de la Guerra del Pacífico.

La clase gobernante e intelectual de Chile creyó que era un buen negocio, pues sobrevaloraba el Estrecho y hacía una nada de la Patagonia, basándose principalmente en Darwin. De todos modos, es probable, hubiésemos preferido el Estrecho —estábamos obsesionados con su importancia—, pero quizás sin ceder tan de barato la Patagonia. Un mal servicio que nos hizo el sabio. 

Los fueguinos

Navegando el Estrecho, Darwin tuvo un conocimiento superficial de los indígenas fueguinos. Le bastó —conducta no muy científica— para referirse a éstos (excepto a los onas) de una manera sorprendente por lo despectiva. Hizo llover términos negativos sobre ellos. Tienen mayor diferencia con el hombre civilizado, dijo, que la existente entre el animal salvaje y el doméstico, siendo "las más abyectas y miserables creaturas que jamás haya visto". Agregaba que su lengua había sido comparada con la de un hombre que carraspea, "pero por cierto ningún europeo nunca despejó su garganta con ruidos tan roncos, guturales y estridentes". La completa desnudez de los indígenas pescadores, incluso de una mujer "totalmente desarrollada", escandalizó al naturalista. Ha sido hecha la pregunta, añadía, de "qué placer pueden gozar en la vida algunos animales inferiores", pero la interrogación es más pertinente respecto a estos "bárbaros". Y así continuaba...

Su entendimiento, por otra parte, era según Darwin casi nulo, sus habilidades, puro instinto. "Apenas podemos colocarnos en la posición de estos salvajes, y comprender lo que hacen".

A tan vil catadura de cuerpo e intelecto, unían los fueguinos —siempre conforme a Darwin— el más bajo nivel moral. No creían en la existencia después de la muerte, ni en ninguna forma de divinidad ni religión. Les eran ajenos los afectos familiares, tanto entre padres e hijos, como entre la mujer ("laboriosa esclava") y el marido ("amo brutal"). Robaban cuanto veían. Sobreviniendo una hambruna, mataban a las viejas —antes que a los perros— para comérselas, persiguiéndolas implacablemente si intentaban huir. Cuadro tan pavoroso tuvo por comprobación única lo que Darwin escuchó a otros pasajeros del Beagle.

 El prestigio universal del naturalista inglés abonó sus dichos respecto a los fueguinos, que dieron base al posterior «evolucionismo cultural»... la tesis de que al inferior nivel de civilización material e intelectual de los pueblos primeros y primitivos de la Humanidad, correspondía necesariamente una similar falta de desarrollo ético y religioso.

A comienzos del Siglo XX, la Escuela Antropológica de Viena, que dirigía el sacerdote del Verbo Divino Wilhelm Schmidt, y su revista Anthropos, refutaron el evolucionismo cultural a través de estudios directos de esos pueblos donde aún subsistían.

Quizás el más notable de tales estudios fue el de los fueguinos, encargado por Schmidt a un discípulo, Martín Gusinde (1886/1969), también del Verbo Divino, profesor de humanidades en el Liceo Alemán, el colegio santiaguino de la orden, desde 1912. A partir de 1918 Gusinde hizo media docena de viajes a la zona austral, para convivir largamente con onas, yámanas y alacalufes y analizar a fondo sus creencias y costumbres. Incluso fue admitido a las ceremonias de iniciación de los jóvenes indígenas, y reunió un rico material fotográfico (por el cual los onas lo llamaban Mankasen... "el cazador de sombras"), soslayando con habilidad y prudencia el habitual rechazo del hombre primitivo a ser retratado. 

Los estudios de Gusinde le dieron fama mundial, y destruyeron por completo el cuadro horripilante de Darwin sobre los fueguinos (quizás con algunas exageraciones en el sentido opuesto), en particular respecto a su religiosidad y sentido moral. Por ejemplo éste, muy fuerte, se infundía a los jóvenes precisamente en las ceremonias de iniciación, y abarcaba el respeto por la mujer, los padres y los ancianos, y el deber de protegerlos. Pero la visión darwiniana, "los fueguinos comiéndose a las viejas", se había hecho intertanto difícil de desarraigar; subsiste hasta hoy

 


Fuente:la segunda
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