La producción de leche fresca es una actividad relevante para la vida de extensas áreas rurales de la zona sur de Chile. La violenta fluctuación en los precios internacionales de la leche en polvo y otros commodities lácteos durables ocurrida desde 2007 se transmitió en buena parte al precio de compra de leche fresca. En la fase de alza, el nuevo precio fue entendido por algunos productores como duradero en el tiempo. La reversión subsiguiente ha sido especialmente dolorosa para las operaciones menos tecnificadas, y, de hecho, muchas de ellas se encuentran evaluando un cambio de actividad comercial. Por el contrario, las operaciones más eficientes han conservado márgenes positivos en casi todas las fases del ciclo.
La actual controversia sobre las importaciones de productos lácteos desde Argentina y Uruguay ocurre en la etapa intermedia de la cadena productiva. En los últimos dos meses crecieron los envíos de leche en polvo y queso gauda, empujados por nuevos subsidios.
Es previsible que si cada industrial requiere menos leche fresca chilena, la competencia entre las empresas llevará a bajar el precio pagado. En respuesta, Fedeleche solicitó a la Comisión de Distorsiones imponer una salvaguardia de 31,5 por ciento a dichas importaciones, que es el máximo permitido por el tratado con la Organización Mundial de Comercio. En esta solicitud, contó con el apoyo de toda la industria láctea. El respaldo del Gobierno, sin embargo, tuvo un bemol, pues el subsecretario de Agricultura cuestionó la validez de las cifras que avalaban esa solicitud. Después de un período de tensión, la ministra respaldó la petición de Fedeleche, aceptando el uso de cifras mensuales y no semestrales para medir el auge de las importaciones. Finalmente el miércoles dicha comisión otorgó una salvaguardia provisoria de 15 por ciento.
El perjuicio para el consumidor final debiera ser modesto, debido a que son minoría los lácteos finales cuyo precio sigue con rapidez las variaciones en los precios de los insumos industriales. La mayor parte de la venta de lácteos finales corresponde a productos diferenciados. Sus precios difieren según marca, diseño, empaquetamiento y canal de distribución. Esos precios están más influidos por la estrategia de margen aplicada por cada industrial y cada supermercado que por el precio del producto de la etapa anterior de la cadena.
El Gobierno critica el margen de utilidad que industriales y supermercados ganan en estos productos diferenciados. Apunta a que los precios al consumidor no han bajado, a pesar de la caída del último año en el precio mundial de la leche en polvo. Antes de aceptar esta tesis, es necesario revisar las cifras y conocer la interpretación de otros actores.
En todo caso, para fomentar la competencia e influir en una baja de los precios, la política correcta es vigilar las barreras a la entrada de nuevas marcas y productos lácteos finales, incluyendo el ingreso de marcas propias de los supermercados, y perfeccionar la información al consumidor final en la comparación de precios. También es necesario eliminar restricciones injustificadas a las importaciones de lácteos finales por parte de las cadenas de supermercados y de entrantes a la industria de productos lácteos que deseen complementar su línea de producción local con algunos productos elaborados en Argentina y Uruguay.
Una competencia más ágil en esa etapa podría beneficiar a los productores de leche fresca, pues obligaría a los industriales a invertir más en desarrollar sus exportaciones a terceros países. Ellas demandan un componente de leche fresca que no puede ser sustituido con importaciones de leche en polvo industrial.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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