TURISMO EN EL VALLE DEL ITATA
La reciente visita del empresario Carlos Cardoen a la Viña Cucha Cucha, en Portezuelo, donde participó en un seminario orientado a productores vitivinívolas del Valle del Itata, tuvo como objetivo transmitir la exitosa experiencia del Valle de Colchagua en su desarrollo como destino turístico.
Cardoen lideró la transformación de Santa Cruz en estos últimos 20 años, uniendo a los productores vitivinícolas de Colchagua, generando un destino con una gran variedad de productos, entre ellos, dos museos y un tercero en construcción, un observatorio y un teleférico, un planetario y ciertamente, los viñedos que conforman la ruta del vino. Estos atractivos han permitido desarrollar la hotelería, los restaurantes y el comercio en general, de la mano del prestigio internacional alcanzado por los vinos de la zona.
Y es que existe un nicho de turistas extranjeros con intereses especiales en constante crecimiento, que vienen a Chile con el objetivo de conocer de cerca el proceso de vinificación: Se trata de aquellos visitantes que Cardoen califica "de primera clase", por el promedio de gastos en el destino.
Claramente, en este impulso fue clave la espalda financiera del empresario colchagüino, pero los recursos no fueron los únicos responsables, de hecho, lo determinante fue la unión de las voluntades de los productores y las autoridades en torno al objetivo de explotar el turismo. Ello permitió transformar a la zona en uno de los principales destinos turísticos del país, brindando a toda la comunidad la oportunidad de cosechar los beneficios.
En el Valle del Itata, en tanto, existe una riqueza patrimonial única en Chile, expresado no solo en parras centenarias, sino que también en un legado de tres siglos que se remonta a los inicios de la viticultura en el país, con tradiciones ancestrales que aún perduran. Pero falta algo esencial: la unión de voluntades. Eso, además de infraestructura, servicios, promoción y la generación de productos turísticos.
Y si bien se vienen haciendo esfuerzos por desarrollar el enoturismo hace una década, se trata básicamente de emprendimientos individuales y de algunas experiencias asociativas, con positivos resultados algunos, pero que palidecen frente al dinamismo de Colchagua y otros valles enoturísticos.
Para entender esto es necesario, primero, mencionar que el Valle del Itata, como zona vitivinícola, ha sido por décadas subvalorado por expertos y consumidores nacionales, y por lo tanto, ha concentrado una porción muy mínima de la inversión en viñedos a nivel país, con escasas excepciones, como la llegada de Miguel Torres y De Martino. Por otro lado, existen más de 6.500 pequeños productores que comercializan mayoritariamente uva vinífera a bajos precios, mientras que aquellos que vinifican, obtienen productos de calidad muy heterogénea.
Lamentablemente, la unión de voluntades sigue siendo una tarea pendiente, a pesar que desde el Estado se ha intensificado su promoción.
En el último tiempo, sin embargo, la empresa Arauco, propietaria de Cucha Cucha, ha comenzado a tomar un mayor protagonismo en la zona, promoviendo la asociatividad e impulsando iniciativas concretas, como la apertura de una tienda boutique de vinos en Ñipas o el seminario en el que participó Cardoen.
Por ello, todos los actores deben asumir el desafío de encumbrar al Valle del Itata como un destino potente, aprovechando los flujos del turismo de montaña y su cercanía con Concepción y Chillán, pero fundamentalmente, generando productos turísticos diferenciados, que rescaten los elementos que lo hacen único.
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile