Los tesoros del museo de Las Condes
El Museo de la Chilenidad se emplaza en las bodegas y la cochera de una antigua casona de Av. Padre Hurtado y alberga más de cien piezas patrimoniales.
por Paulina Cabrera
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La tercera es la vencida", dice optimista Luis Valentín Ferrada, integrante del directorio del Museo de la Chilenidad, el tercer intento por tener en un solo lugar de Santiago objetos y recuerdos que den cuenta exclusivamente de la cultura del campo chileno.
"Ya lo hizo el intendente Benjamín Vicuña Mackenna en el Castillo Hidalgo, del cerro Santa Lucía, pero tras su muerte ese museo se descuidó y se dispersó su colección. Luego vino el de la Universidad de Chile y ahora éste", explica el abogado, que también dirige la Federación de Criadores de Caballos Chilenos. Esta asociación, en conjunto con la Corporación Cultural de Las Condes, abrió el espacio en 2010 y tras un receso posterremoto se inauguró en octubre de 2011 con una muestra de más de cien piezas ligadas al huaso y los caballos. "Aquí se logra mantener el espíritu de la chilenidad durante todo el año", apunta Francisco Javier Court, quien dirige la corporación cultural de la comuna.
El museo se emplaza en el conjunto colonial de Santa Rosa de Apoquindo, construido a comienzos del siglo XIX y que debe su nombre a una de sus antiguas dueñas, Rosa Montt, que junto a su esposo, Eugenio Guzmán Irarrázabal, transformaron el lugar en una hacienda productiva con lecherías y viñas. Precisamente, en los más de 700 metros cuadrados que en esa época servían de bodegas y cocheras, hoy se exponen chamantos, estribos, espuelas y monturas que se usaron entre los siglos XVI y principios del XX, pertenecientes a una colección privada de fundos de Melipilla y Yerbas Buenas.
Cruzando la entrada, tonadas y cuecas animan el recorrido que se inicia con la cabeza embalsamada de un caballo. Se trata de Quebrado, legendario potro reproductor, conocido entre huasos y criadores como el "jefe de raza". En el mismo lugar se pueden ver barriles hechos de troncos de árboles vaciados que hace dos siglos eran utilizados para el almacenaje de alimentos y una banca de la capilla particular de los Gandarillas Guzmán, última familia en usar la casona.
Entre los objetos más añosos exhibidos se encuentran estribos de bronce que usaban los conquistadores españoles en el siglo XVI y los de hierro del Ejército chileno encontrados en el campo de la Batalla de Maipú. En la exposición se aprecian desde los más simples y toscos utilizados por los mapuches hasta los tallados con flores y figuras estilo Rugendas, iguales a los que pintaba el artista alemán, ocupados entre los siglos XVII y XVIII.
"Un maestro puede demorarse un mes entero en fabricar un par de estribos y las maderas ideales para hacerlos son manzanos, naranjos y perales", explica Ferrada.
Entre las vitrinas se observan espuelas, también de herencia española, y que han mostrado modificaciones a lo largo del tiempo. Están las fabricadas de hierro o plata, con rodajas puntiagudas que llegaban a herir las costillas del animal, hasta las usadas en los siglos XIX y XX, más inofensivas. Además, se exhiben las individuales y pequeñas que ocupaban las mujeres cuando cabalgaban de lado.
Otro elemento fundamental de la muestra son las mantas huasas, como una de seda azul que data del siglo XVIII y otra de lana gruesa de oveja perteneciente a un cacique de Temuco. Sin embargo, la mayoría corresponden a chamantos de lana de vicuña o algodón con las tradicionales franjas de colores y líneas de sarmiento, conformadas por dibujos de hoja de parra. "Un chamanto moderno es prácticamente impermeable y puede costar dos millones de pesos", explica Marcos Yáñez encargado del museo, que recibe cada fin de semana más de 200 visitantes.
La exhibición incluye una serie de monturas: un arreo para carga, un chaño (lana que sirve de manta y colchón) que se usó de cama y abrigo durante la Guerra del Pacífico y la silla de montar perteneciente a Roberto Palacios, ganador del Campeonato Nacional de Rodeo de 1950. "Aquí mismo el historiador Francisco Encina escribió su famosa Historia de Chile", anota Francisco Javier Court, que ya piensa en ambientar el mueble con un retrato y los libros del ensayista. "Queremos que sea un museo en constante cambio", remata.
Fuente:
Saludos
Rodrigo González Fernández
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