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La actividad agropecuaria es la actividad productiva más antigua de la humanidad; este simple hecho implica que es el sector que ha experimentado el mayor número de políticas públicas.

sábado, julio 05, 2008

Yo conoci al Señor de la Querencia (y no era como el de TVN)

yyo tambien lo conocí, lo vivi, de chico, por eso protesté en su momento

 

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yyo conoci al Señor de la Querencia (y no era como el de TVN)

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César Barros (en la fotografía) se autodefine huaso. Desde niño conoció la organización de la hacienda o fundo.

Patrones buenos y malos. Santos y picados de la araña. Mucho menos ricos de lo que se piensa. Pocos "Quintralos" crueles. Así recuerda nuestro columnista a los Señores de la Querencia que él alcanzó a conocer en vivo y en directo.

Por  César Barros

Foto  José Miguel Méndez

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Después del famoso y comentado reportaje del New York Times me preguntaba ¿qué cresta tienen los salmones chilenos que estremecen tanto las conciencias de los ambientalistas, cosa que no logran ni los novillos, ni los cerdos, los pollos o los pavos? Todos ellos son criaturas de Dios que terminan en nuestros estómagos, muertos en la mejor etapa de sus vidas, muchos de ellos sujetos a encierro forzoso, en lugares pequeños y con alimentos aparentemente deleznables.

Sin embargo, el cuento es que las ONG y los medios de comunicación en vez de irse contra los chanchos o los pavos, prefieren comerse a los salmones. Y en particular si son chilenos. A pesar de que, como dijo un artículo de The Economist, "están menos contaminados que los europeos…".

Bueno, algo parecido ocurre con los empresarios agrícolas, los llamados "patrones de fundo" -según la caricatura-, ahora malparados en su imagen por el culebrón de TVN, "El Señor de la Querencia".

Porque si es por poner gente mala, podrían haber elegido como protagonista de la serie a un médico negligente: el director de un hospital en Curepto, por ejemplo. Que se aprovecha de las enfermeras, abusa de los auxiliares y trata mal a sus pacientes. O a un ingeniero que se le caen los puentes en Loncomilla, abusa de sus subcontratistas, engaña al MOP y violenta a sus trabajadoras. Cualquier tipo de empresario podría postular al rol. O cualquier profesional: hemos visto abogados de narcos que salen con personajes de la farándula, profesores que abusan de sus alumnas, curas que eluden el celibato.

Pero al igual que las ONG con los salmones, a TVN, de entre todas las ocupaciones, le gustó más la de "patrones de fundo". Y como la imagen está instalada -desde los 60, tras la feroz campaña de la izquierda y la DC, a raíz de la cual pudieron realizar su reforma agraria de tan triste recuerdo- es mucho más fácil comerse a los huasos que a los profesores, los médicos, los dirigentes sindicales o los curas.

Echenique, no Pérez

La "obra" de TVN, una vez elegida la imagen por destrozar, le puso nombre y apellido. En vez de bautizar al malvado como Pérez, González o Muñoz (apellidos muy comunes en el agro nacional), eligió el materno del candidato presidencial de la oposición. Podrían haberle puesto alguno de los miles de apellidos vascos de Chile. Pero no: algo mágico parece que tiene ahora Echenique, por sobre Armendáriz o Cortázar.

Tal como en el Código Da Vinci -el más malo después de realizar actos ídem, procedía a flagelarse-, nuestro "patrón de fundo" inexplicablemente hace lo mismo. No tiene ningún sentido, salvo que la gente ya esté sensibilizada de que los malos, después de pecar de obra, proceden sin asco a atentar contra "el templo del Espíritu Santo".

En defensa de la tribu

Vamos ahora a la defensa de mi tribu más querida por lejos: los huasos de Chile y los "patrones de fundo".

Recién descubierto Chile, don Pedro de Valdivia le escribe al Emperador Carlos ( I de España y V de Alemania):

"Sacratísimo César. Estando V.M. tan bien ocupado en el servicio de nuestro Dios, y defensa de la Cristiandad… y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quieran venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal, que para vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el mundo; dígolo porque es muy llana, sanísima y de mucho contento… es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de ganado y plantas… y que me compre caballos para dar (reemplazar) a los que han muerto en la guerra como buenos soldados… porque no es justo que anden a pié, quienes son buenos hombres de ha caballo y además, la tierra los ha  menester…".

El fundador de Chile llama a sus compatriotas ni más ni menos que a hacer agricultura aquí. Habla de tierras fértiles, de clima excepcional (intuía una de las pocas regiones del mundo benditas con el clima mediterráneo) y de belleza sin par.

Y llegaron. No por miles, como a Perú o a México. Pero llegaron. Y llegaron sobre todo, a hacer agricultura: minería casi no había en ese tiempo en Chile.

Y a pelear con indios bravos. Porque para ellos aquí nada fue fácil. Ciudades que construían, los nativos las destruían. Ganados que criaban, se los robaban o mataban. Siembras que trabajaban, se las quemaban. A partir del siglo XVIII, llegaron muchos vascos, muy buenos para el comercio y la agricultura. Por algo Unamuno decía que los vascos habían formado dos grandes cosas: la Compañía de Jesús y Chile.

Luego fueron los agricultores los que lideraron la independencia de España y dieron forma al país. Los que ganaron dos guerras con sus vecinos y domaron el bandidaje que asoló tras la independencia. O´Higgins y Carrera fueron agricultores que mutaron en soldados.

Los agricultores le imprimieron a Chile su especial sello y personalidad. Y sus tradiciones, como el rodeo y la cueca. Sin agricultura y agricultores -o "patrones de fundo"- este país sería cualquier otra cosa: por ejemplo, un gran desierto.

Bienvenido a la hacienda

El estado de guerra constante -contra indios, bandidos, tropas realistas y luego peruano-bolivianas- más la alta tasa rural de iletrados, llevó a que la hacienda, y luego el fundo, adoptara una organización tipo militar. Existían grados de mando, las órdenes no se discutían y cada uno reconocía su lugar en la jerarquía.

En la cúspide se situaba "el patrón", equivalente en grados militares, al comandante del regimiento.

Debajo del dueño, estaba el "ministro" o jefe mayor. Sabía leer y escribir, matemáticas -para pagar- y las faenas de memoria. Conocían, como don Ramón Ubilla, el campo como la palma de su mano: qué potrero era bueno para trigo, cuál para maíz y cuáles para viñas. Se vestía impecablemente de huaso: chaqueta corta blanquísima en verano y oscura en invierno. Espuelas grandes y montura elegante. Era dueño de la mejor casa del fundo (después de las patronales, por supuesto) y sus órdenes se obedecían sin chistar.

Luego venían "los sotas", el llavero que guardaba productos e insumos. También el viñatero ("no se me metan a comer uvas niños, que las tengo todas contaditas", nos decía socarrón don Sigifredo Muñoz, y nosotros le creíamos a pie juntillas) y "el capataz", como Alfonso Romero, ex arriero costino, que en sus años mozos llevaba sal y cochayuyo desde Paredones a la cordillera. Era el más popular, encargado de los caballos y de los animales: vacas, terneros y de las ovejas que se guardaban cerca de su casa, al lado del río Chimbarongo.

Después de ellos se situaban el bodeguero y el jefe de tractoristas o mecánico (a cargo además de la fragua: ahí mirábamos asombrados cómo los fierros enrojecían en medio de chispas que parecían fuegos artificiales ).

Y así hacia abajo, hasta parar en los "peones" o trabajadores de campo menos "aprendidos", que realizaban las labores  más básicas y obedecían sin chistar al "sota", que los destinaba en la mañana y los supervigilaba en el día.

En primavera y verano se trabajaba de "sol a sol". Era la época más activa de la agricultura chilena: siembra, abonadura, riego, poda y luego cosecha. En el invierno, en cambio, se trabajaba mucho menos: los días de lluvia, poco y nada. El pago era, puntualmente, una vez al mes y se entregaba a diario una "galleta" -pan integral grande- y un litro de porotos con "color".

Los inquilinos y "sotas" tenían además de la casa, una chacra y talajes para sus animales. Esto los defendía de la inflación.

Patrones de todo tipo

Había -como en todas las profesiones- patrones muy buenos y otros muy malos, pasando por los normales y los casi buenos.
Mi abuela Teresa tenía una escuela de adultos. Ahí enseñaban a leer y a escribir. La iniciativa le trajo no pocas críticas: "No ve Teresa que después que uno les enseña, se van en contra de uno…", le decía un vecino. La enseñanza fue siempre una vocación de mis abuelos: construyeron y donaron el sitio de la primera escuela. Y cuando su primo Eduardo Moore Montero fue ministro de Educación de Alessandri, se construyó la nueva escuela que hoy lleva el nombre de mi abuelo.

La posta de primeros auxilios también fue iniciativa suya: la inauguró Oscar Jiménez Pinochet, el padre de la actual ministra de Educación.

El trato con los trabajadores más que duro era militar: se buscaba la disciplina y el orden. Los patrones apoyaban sin muchas posibilidades de reclamo a su "ministro" y a sus respectivos "sotas". La sacada de vuelta, pero sobre todo el robo, daban pie a la expulsión sin más. Eso podía provocar injusticias debidas al sistema jerárquico empleado.

Había patrones mujeriegos y otros casi santos. Vivían solos en la semana, mientras sus mujeres e hijos residían en Santiago o en las capitales de provincia. Los deseos, me imagino, estaban a la orden del día, pero el acoso sexual no creo que haya sido mucho mayor que en las fábricas, hospitales y oficinas de la época, en que el machismo era la regla y la autoridad muy indiscutida. Nunca se supo de patrones al estilo de la Quintrala. Y cuando los había se los evitaba socialmente.

La riqueza tampoco abundaba en la agricultura nacional: desde el "boom" del salitre -a fines del siglo XIX-, Chile tuvo los tipos de cambio más bajos de su historia. Esto perjudicó terriblemente a una agricultura alejada del mundo y productora de bienes esencialmente transables, y más encima vecina de titanes como Argentina, Uruguay y Brasil. Pasado el tiempo de gloria del salitre, Chile en vez de abrir su economía, procuró cerrarla, para darles auge a las industrias urbanas, deprimiendo artificialmente el tipo de cambio y encareciendo los insumos a través de un comercio internacional descerebrado.

No fue sino hasta entrados los 80 en que por fin la agricultura tuvo la posibilidad de mostrar su garra y sus posibilidades: tipo de cambio adecuado, aranceles bajos, crédito más disponible y un mercado mundial abierto para ellos.

Ahora Chile pretende ser "potencia alimentaria". El eslogan lo enarbolan desde socialistas hasta UDI. Quienes lo van a lograr, quienes están a cargo de tan singular y magna tarea, son justamente "los patrones de fundo", los "señores de la querencia". Esos huasos denostados por TVN. En cualquier otro país habría sido anatema caricaturizar de mala forma al cowboy, al charro o al gaucho. Aquí no.

Una vez más: el pago de Chile, patrocinado esta vez por Televisión Nacional y por las empresas auspiciadoras del "Señor de la Querencia".

 


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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por tus conceptos.

Sin emabrgo yo creo que no hay que dar otras lecturas ni terceras apreciaciones a esa Telenovela en cuestión.

En definitiva es una telenovaela, entretenida y que capta un buen rating. Pero otra cosa es atentar contra los derchos de los agricultores en que se pretende denostar la actividad y personas. Eso es una realidad que se ve. Ahora las intenciones de los creadores y del canal que la transmiten esta clara y fluye del texto.
Saludos
Rodrigo González Fernández