Una apuesta de cara al futuro; las microalgas como combustibles
Katalin Kéri. Periodista Biocarburantes Magazine (katy@biocarburantesmagazine.com)
En los tiempos en los que nos encontramos nos damos cuenta del continuo cambio en las condiciones climatológicas, el llamado cambio climático. Uno de los principales causantes del mismo son los combustibles fósiles cuya combustión trae consigo una permanente implementación de productos tóxicos a nuestro ambiente. Como una solución a ésto, surgieron los biocarburantes, que son combustibles líquidos de origen biológico. Estos productos se obtienen, principalmente, a partir de materia prima vegetal aunque también se están haciendo con grasas animales. Este tipo de carburantes pueden provenir de colza, maíz, trigo, así como de restos orgánicos como el aceite de fritura. Además, se están realizando una serie de acercamientos que permiten desenvolver estos combustibles de organismos raros como malas hierbas, termitas o microalgas, que son de las que vamos a hablar.
Recientemente se supo de la puesta en funcionamento de diversas empresas que comercializan, o lo quieren hacer, biodiésel hecho a partir de aceite obtenido del cultivo de microalgas. Estos organismos, son responsables de más del 50% de la fotosíntesis del planeta, y además convierten el CO2 en biomasa verde, ya que lo incorporan a su propio organismo. Las microalgas captan la energía solar y la acumulan en sus grasas gracias a la fotosíntesis, absorbiendo dióxido de carbono y desprendiendo oxígeno.
Estos cultivos se hacen en equipamientos específicos, los fotobiorreactores, que logran que la productividad de estos organismos sea muy alta. Los cultivos se llevan a cabo en sistemas cerrados y con las condiciones de cultivo muy controladas (nutrientes, temperatura, iluminación, etc.). Sin embargo, la relación entre los humanos y las microalgas no es algo nuevo.
Los pueblos del Chad o del lago Texcoco (México) llevan muchos años alimentándose de productos hechos a partir de la biomasa de una de estas microalgas llamada Spirulina y aún hoy los nativos del Chad emplean la devandita Spirulina para su alimentación. Por otro lado, especies de géneros tales como Chlorella, Anthrospira, Dunaliella ou Haematococcus son útiles en la industria.
Desde hace poco tiempo surgió la propuesta de hacer combustibles a partir de estos microorganismos: algo impresionante. En este sentido, existen una serie de candidatas que pueden ser potenciales materias primas para eso. Especies como Scenedesmus obliquus, Scenedusmus dimorphus, Chlamydomonas rheinhardii, Chlorela vulgaris, Dunaliella tertiolecta, etc. son candidatas. El gran problema es que aún no hay mucha información de lo que se está haciendo. Para nosotros, los periodistas, es muy difícil por ejemplo saber qué organismos están siendo empleados realmente en esta producción ya que las empresas son impermeables a dar cualquier tipo de información. Pero dejemos esto a un lado.
La idea de emplear un organismo tan pequeño como fuente de energía tiene un interés muy profundo ya que aporta una luz respecto de la escalada de precios del barril de brent (90$). Además, elimina el debate respecto de los biocarburantes y los alimentos. De hecho, las microalgas, así como la planta Jatropha curcas (venenosa y considerada como "mala hierba"), entran dentro de los llamados biocombustibles de segunda generación. Dicho de otra manera, los biocarburantes de primera generación están hechos con materia prima que también se emplea en la alimentación, mientras los de segunda generación no. En ellos, está el futuro de este tipo de carburantes.
Volviendo a nuestros microorganismos tenemos que destacar lo siguiente. supongamos que queremos abastecer de biodiésel, hecho a partir de aceite de palma, todo el consumo de diésel convencional de los Estados Unidos de América. Para eso necesitaríamos el 24% de todo el terreno cultivado en estos Estados. Sin embargo, utilizando microalgas, harían falta de cuatro a seis millones de hectáreas, lo que representaría el dos o tres por ciento de la tierra cultivada en esos Estados.
Por otro lado, con la tecnología actual la obtención de un litro de biodiésel a partir de microalgas costaría un dólar/litro lo que aún está muy alejado del medio dólar/litro que costaría el de aceite de palma. Por lo tanto, es necesario mejorar los fotobiorreactores y los procesos de cultivo.
Nosotros creemos que las perspectivas futuras son muy buenas. De hecho, científicos como Hartmut Michel, premio Nobel de química en el año 1988, considera que la energía obtenida de materias primas renovables tiene poca relevancia por la poca eficiencia de la fotosíntesis. Este químico considera que el biogás o el biodiesel contienen, por unidad de superficie y año, sólo cerca de un 0,4 por ciento de la energía solar llegada a la superficie terrestre. Además, considera que el proceso de convertir los cultivos en energía, requeriría combustibles fósiles convencionales, con lo cual esta alternativa también lleva aparejada la emisión de carbono.
Las microalgas son capaces de duplicar su número en un par de horas, así pueden ser recolectadas y convertidas en biodiesel en poco tiempo. Este combustible puede ser empleado para producir energía que, si sirve para abastecer a la propia planta de producción, acaba con uno de los problemas planteado por Michel. El biodiésel de estos organismos aún no se puede producir a gran escala, esto ocurrirá en el futuro, dentro de unos cuatro o cinco años. Para todo esto es necesario extraer bien el aceite de las algas, cultivar sosteniblemente la variedad que tenga un alto contenido en aceite y convertirlo en biodiesel a escala comercial. Aquí tenemos, en teoría, el futuro de los biocombustibles pero, en la práctica, aún existen muchos interrogantes.
Rodrigo González Fernández
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