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«Una empresa familiar puede durar más de tres generaciones»
Lo dice el presidente de honor de Freixenet, quien ha logrado que sus cavas sean los más vendidos en el mundo. A los 81 años, y recién premiado en Nueva York como empresario del año, ha escarmentado y no habla de política, pero sí de recuerdos: un padre asesinado en 1936 y una madre que tomó las riendas de la empresa. A su mujer «le aterroriza que siga montando a caballo».
Elena Pita fotografía de Chema Conesa
Es una mezcla de vino y tiempo, el olor que impregna la estancia, que como un rastro conduce al despacho de presidencia. Asciende de las cavas, el olor: cuatro pisos subterráneos de cavas como museo; es el reducto melancólico de la antigua producción manual, que se sigue haciendo, aquí no entra una máquina. Otra cosa es el edificio anexo, moderno, nueve pisos bajo tierra de bodegas como naves industriales. En las viejas dependencias de Sant Sadurní dAnoia, entre vino y tiempo, se atrincheran don José Ferrer y su presidencia de honor, su experiencia, su larga historia, su saber. Ha cumplido 81 años y aún atraviesa el mundo abriendo mercados, como un descubridor, bandera en mano. Heredó de su madre la estatura (menuda) y el empuje, tal vez también la timidez, o puede que ésta le venga de avatares de la Historia y sus guerras malditas: huérfano de padre en el 36, con 10 años; el pequeño y el hereu, elegido para la posteridad y protegido por las mujeres, la madre y tres hermanas mayores. Y con este bagaje, recorriendo los confines del planeta, ha conseguido hacer de sus vinos espumosos los primeros del mundo, en ventas y facturación (518 millones de euros en 2005). Viene de La India y de Estados Unidos, de Croacia y de Amsterdam, pronto embarcará rumbo a Australia. Un sin parar: «Mi médico me lo aconseja».
P. Freixenet es el cava más vendido del mundo, ¿el mérito es suyo?
R. No, de todo un equipo que ha colaborado conmigo. Yo llevo la bandera y ellos me siguen detrás. Mi misión en el mundo no es vender, sino estimular a los importadores. Actualmente, estamos centrados en el mercado de China, que es complicado, el de Japón, donde empezamos con tres cajitas y ha ido creciendo sin pausa, La India...
P. Publicidad o Montserratina, ¿qué opera más milagros, don José?
R. Yo diría que la publicidad; aunque tampoco está de más rezarle alguna salve a la virgen de Montserrat, por si puede echar una ayudita.
P. Muchas veces le han señalado como líder empresarial, la última en Nueva York, donde la Cámara de Comercio de España en EEUU le ha nombrado empresario del año. ¿Las empresas se dirigen igual ahora que cuando usted empezó, en los 50?
R. No, pero es un reconocimiento a la labor del pasado, que ha conseguido que seamos la primera marca de vino vendido en EEUU: 12 millones de botellas al año. Los empresarios españoles deberían tener como meta de mercado el mundo, no sólo España, y ése es el ejemplo que nosotros damos y que nos reconocen.
P. ¿El cava, por el camino que va, llegará a superar al champán en calidad?
R. No.
P. Si se ha equiparado en ventas, ¿qué es lo que aún le falta?
R. Un prestigio y una antigüedad de 200 años que tiene el champán francés; podría llegar, pero al cava le queda un camino muy largo para equipararse al champán. Otro dato a su favor es que en la región de Champaña los productores están muy unidos, y nosotros aquí, no.
P. Pues no será por la escasísima distancia geográfica que les separa de Codorníu.
R. Hemos tenido diferencias con Codorníu durante muchos años, pero se llegó a un acuerdo, se firmó una paz y ahora somos muy amigos [un acuerdo extrajudicial ha puesto fin a la guerra del cava que les enfrentaba desde 1996 por la copia de un envase, entre otras cosas. Codorníu pagará a Freixenet unos siete millones de euros]. Ahora parece que quieren vender la empresa o buscar socios.
P. ¿Y ustedes tendrían capacidad para asumirla?, ¿estarían interesados en comprarla?
R. Nooo, pero sí podríamos entrar como socios. Son 194 socios en total y, entre ellos, lógicamente, hay disidencias. Además, puede que los beneficios de los últimos años no hayan sido tan brillantes, debido a la presión de las grandes superficies o a la bajada del dólar, y a lo mejor hay problemas a la hora de pagar dividendos.
P. Don José, ¿por qué al cava no se le llama cava por el mundo adelante, sino Spanish sparkling wine [vino chispeante español]? ¿No tienen ustedes la culpa, que hasta anteayer le llamaron champán?
R. Sí, tenemos la culpa. Pero es que le llamamos champán desde que nació hasta que las autoridades francesas presionaron con el Tratado de Denominaciones de Origen, en 1972. En EEUU podríamos llamarle champán porque su Gobierno no ha suscrito el Tratado. Pero no lo hacemos por respeto, y como nadie sabe lo que es el cava, hay que llamarle así.
P. Otra guerra, nacionalismo versus antinacionalismo, ¿ha perjudicado a la venta nacional del cava?
R. Sí, mucho. El pasado año, en noviembre y diciembre, se notó un acusado descenso de ventas en algunas ciudades y comunidades autónomas. Este año parece que la gente se ha ido olvidando. Hemos entrado en una dinámica muy errónea, que es la regionalización de los vinos: vas a Valencia y el vino del catering es valenciano, ni hablar de riojas, riberas, albariños... Estamos reduciendo los mercados, y a mi juicio esto supone un grave perjuicio para la economía nacional, que necesita empresas fuertes para conquistar el mercado exterior. Regionalizar es sinónimo de empequeñecer.
P. ¿Usted por quién se decanta: nacionalistas o ciudadanos, políticamente hablando?
R. Por norma no hablo de política, porque cada vez que he hablado me han picado la cresta.
P. Trascendiendo los partidos, ¿más nacionalista o internacionalista?
R. Mi actitud es internacionalista. Pero ahora mismo hay que darle al Gobierno catalán un margen de confianza, porque tiene ya una experiencia, conoce sus errores y tal vez vaya con más cuidado. A ver si abandonan en cierto modo el asunto identitario y entran en un camino moderado.
P. Su madre, Dolors Sala, levantó la empresa después de las penurias de la guerra, viuda, con cuatro hijos. ¿Cómo la recuerda?
R. Como a la mujer fuerte de la Biblia, y muy pequeñita, como yo. Era una mujer muy avanzada para su tiempo, formaba parte del Institut de la Dona, una asociación de gente muy católica y conservadora, pero muy avanzada socialmente para su tiempo, que trataba de promocionar el trabajo de la mujer. Mi madre fue muy poco ama de su casa, se dedicó desde siempre a saber de enología: era muy buena catadora. Y le gustaba el laboratorio; trabajó en él hasta el día que murió, a los 87 años. El objetivo de su vida fue traspasar a sus hijos el negocio que había recibido ya de sus padres y que tanto había disfrutado y cultivado con su marido. Para ello vivía, para suplir a su marido muerto
P. Que murió durante la Guerra Civil. ¿Cómo fue?, ¿qué recuerda?
R. Lo asesinaron, junto a su hermano [a don José se le achica la voz, por debajo incluso de su bajísimo tono habitual; es el peso del recuerdo]. Nunca se habían metido en política, pero estaban escondidos los dos en un piso de la familia en la calle Nápoles, porque la situación era muy delicada. Los del comité de empresa de aquí supieron donde estaban, a través de la delación de una persona que trabajaba en casa, y allí fueron a buscarlos. Mis hermanas, avisadas, acudieron a la Generalitat, porque éramos parientes de quien entonces presidía el Parlament: le sacaron del hemiciclo y le contaron lo que pasaba. Él se encargó de enviar a los mossos desquadra, y fueron ellos quienes se los llevaron. Aparecieron al día siguiente ajusticiados, en un cruce de la Diagonal.
P. ¿Lo recuerda o se lo han contado?
R. No, yo lo recuerdo. Tenía 10 años, casi 11. Fue en agosto del 36. Siempre se dijo que habían sido las patrullas incontroladas, pero lo cierto es que se los llevaron los mossos, que tuvieron que entregarlos a un señor llamado Miravillas, que era jefe de las milicias antifascistas. El poder de la Generalitat había quedado muy mermado, los que mandaban eran los sindicatos y las milicias, que habían tomado la calle.
P. Don José, ¿cuánto dura una empresa familiar?
R. Yo diría que puede durar más de tres generaciones, que es lo que siempre se dice.
P. ¿Cuándo calcula que saldrá Freixenet o parte de Freixenet a Bolsa?
R. ¡Huy!, mientras los dueños seamos los cuatro hermanos, es muy difícil que suceda. Y detrás vienen 12 primos muy bien avenidos, que podrán mantenerla. En la siguiente generación, la cuarta, que serán ya 40 socios, veo un poco más difícil conciliar intereses y diferencias de criterio.
P. Se retiró de la presidencia ejecutiva en 1999; un retiro meramente teórico. ¿Es imposible parar una carrera como la suya?
R. A mi salud le conviene la actividad. Puedo disminuirla, pero no detenerla. El médico siempre me aconseja que siga en activo, «haz cosas como siempre has hecho». Incluso sigo montando a caballo, aunque a mi mujer le aterrorice.
P. ¿Se viaja huyendo de algo o buscándolo?
R. Buscando algo. A mí me da la vida. Por ejemplo, ahora estoy emocionado con viajar a Argentina, donde he comprado una finca de 317 hectáreas, que se está plantando ya, y tenemos que buscar la ubicación de nuestra bodega, la clase de uva más idónea...
P. Además, forma parte de numerosísimos patronatos y consejos. ¿Cómo se gestiona tanta actividad?
R. (Me saca la agenda) No está mal, ¿eh? Tengo dos personas que me ayudan a administrar mi tiempo; ellas lo gestionan, en sus manos estoy.
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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