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La actividad agropecuaria es la actividad productiva más antigua de la humanidad; este simple hecho implica que es el sector que ha experimentado el mayor número de políticas públicas.

lunes, septiembre 11, 2006

UN NUEVO BILL, POR MARIANA MARTINEZ

Un Nuevo Bill
No Más Patitos Feos
Talca, París y Londres
¿Es que Santa Carolina y
Casablanca Van a Despertar?
100% Artesanal
Let's Go To Taste
a Chilean Wine
William Cole está poniendo orden en la casa y como para dejarlo bien claro creó a Bill, un sauvignon 2006 que nació implacable...

Por Mariana Martínez

Cuenta la historia que el gringo William Cole (foto 3), muy bueno para la comida sana y natural, llegó a Chile a finales de los 90 en busca de tierras para producir las mejores frutas de exportación. Pero fue en esa búsqueda, cuando por casualidad conoció y se enamoró del Valle de Casablanca. Entonces para quedarse a vivir allí no le quedó otra alternativa que cambiar las frutas de exportación por viñedos de los cepajes que gustan del frío y sus vinos finos.

William hoy está radicado en Casablanca, dedicando su tiempo al campo y sus viñedos. Además sus servicios de maquila (como se le llama a la vinificación y embotellado a terceros) se han posicionado de maravilla en este valle con muchos viñedos y muy pocas bodegas. Pero a la vez tanto movimiento y hasta tacos durante las cosechas, también le ha generado algunos dolores de cabeza.

Paula Cárdenas, a cargo de la bodega desde sus inicios con la cosecha 2001, se fue a viña Mátetic en marzo de este año, y Francoise Massoc, quien había llegado apenas unos meses antes decidió abandonar el barco junto con ella. Entre tanto tomó el timón Peter Mackey, enólogo neocelandés consultor de la empresa de asesorías Southern Cross.

Poco sabía irremediablemente Mackey al momento de llegar a William Cole sobre sus viñedos, así es que de la mano de Roberto Millán (jefe de bodega) este kiwi hizo lo que pudo. Y por lo que probamos la semana pasada en la bodega, lo hizo bastante bien. No sólo logró diferenciar y justificar con claridad sus dos sauvignon 2006 Alto Vuelo ($4-800) y Mirador ($3.800). Además, se dio el lujo de crear un tercer sauvignon por encima de los otros dos.

Al primero de los tres blancos, lo creó como el mismo Mackey lo describe, para beber sin intelectualismos, en un bar, por suerte –pienso- cada vez más menos junto al humo de el cigarrillo. El segundo, en tanto, es ya para sentarse a la mesa junto a un plato de comida -ahora sí, definitivamente sin nada de puchos-.

La estrategia para lograr tales diferencias, sin tener definido el potencial del viñedo, se concentró en cosechar diferentes niveles de madurez y la selección del viñedo de un sólo clon (el 5), considerado por Mackey como el que logró tener el mejor desempeño durante esta extraña cosecha 2006. Es decir, ante la madurez que tardó en llegar, mantuvo muy buena acidez y expresión frutal.

Para Mirador, un vino que golpea la nariz sin sutileza alguna –y así hacernos reaccionar entre el bullicio del bar y del humo -, empleó las uvas de la primera cosecha, las de mayor exposición al sol. En medio de su rica acidez, sus notas recuerdan al limón amarillo, maracuyá y también a un dejo ayeguado que lo hacen franco.

Para Alto Vuelo, mucho más sutil en nariz al inicio, pero más intenso y complejo a medida que se va abriendo en nuestras copas -mientras vamos saboreando cada bocado del plato que lo acompaña, ojalá un pescado a punto a la plancha- Mackey destinó los cuarteles con madurez más tardía. Y para ganar esa mayor untuosidad en boca que bien le caracteriza trabajó intensamente con sus lías (levaduras muertas).

Finalmente para darle el toque que requería este tercer sauvignon, de categoría más alta ($11.000) que llamaron Bill, Mackey decidió darle a las uvas más tardías, cosechadas además con la precisión de tres tiempos diferentes, la inclemente guarda en madera durante doce semanas. Y para aplacar el efecto de la barrica le agregó un 15% de Alto Vuelo (sin nada de madera). El resultado hoy es un vino muy complejo en nariz y con una gran boca. Con deliciosas notas a mandarinas y grosellas, muy semejantes a aquellas que encontramos en el Reserva de Torreón de Paredes 2006, pero que para nuestra sorpresa en éste se ocultaron bajo la vainilla cuando lo probamos un mes más tarde.

A Bill le podría pasar lo mismo que al Torreón, pero para pelear contra ello en el tiempo tiene una boca impresionante, la rica acidez de Casablanca y gran concentración de frutas. Una boca en la que las notas herbáceas del gooseberry o grosella verde, quedan lingering (colgadas y campaneando) al final del retrogusto.

Pero eso no fue todo, al final del este gran trío de sauvignon, se presentó una vertical de los pinot noir de William Cole (de 2001 a 2006). La experiencia demostró que William Cole también ha tenido una búsqueda difícil con esta bien compleja cepa, muy en especial por su tendencia a dejarse llevar a por las condiciones particulares de la cosecha. Es decir, sí el año 2001 se demostró demasiado cálido y de capa caída, el 2002 brilló por una muy rica fruta aún en pie.

2003 y 2004 en tanto dejaron una sensación de excesos, de alcohol, madera y extracción. Y cuando ya todo indicaba que el clon que les había dado vida debería morir (el clon Valdivieso) apareció un sorprendente pinot 2005 (hecho por la mano con toque francés de Massoc); un pinot elegante, sutil y cálido –a la chilena a fin de cuentas – pero delicado y delicioso.

Supimos ese día que la búsqueda de un gran pinot para William Cole había terminado al menos con el clon Valdivieso y que habrá que esperar dos años más para que los nuevos clones plantados por el gringo Bill en su viñedo den lo suyo, y así volver a delinear un nuevo camino más largo ahora -esperamos- junto a Mackey.

 

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