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Por Patricio Tapia
Pongámoslo de esta forma. Si la gran ambición de Santa Carolina es producir vinos simples y económicos, yo creo que lo ha logrado. Su repertorio ofrece muchas posibilidades al respecto, especialmente con tintos. Se me viene a la cabeza, por ejemplo, la línea Barrica Selection o uno que otro Estrella de Oro. Nada del otro mundo, eso sí, pero tampoco mal. Simples tintos para beber sin pensarlo demasiado.
Pero qué sucede si las aspiraciones de Santa Carolina apuntan a más? Bien, ahí las cosas no se ven en tan buen equilibrio. Claro, está VSC, un tinto en base a cabernet sauvignon que está entre los buenos (no los fundamentales) del Valle Central. Pero parece que falta más. Santa Carolina, no lo olvidemos, es una de las cuatro bodegas más grandes de Chile, junto a Santa Rita, San Pedro y Concha y Toro. Sin embargo, cuando pensamos en quiénes son realmente grandes más allá de las cajas que producen anualmente (para los registros, Santa Carolina produce dos millones doscientas mil) Concha y Toro aparece como líder, seguida por Santa Rita y ahora, con renovados bríos, San Pedro. Mientras tanto, Santa Carolina parece ir a la retaguardia, sin sorprender con nuevos vinos, o con mayor solidez en sus líneas o, sencillamente, con algo fuera de serie que encante. Y eso, claro, se consigue desde la vereda de la enología, pero también con una fuerte dosis de marketing.
Veamos ahora a Viña Casablanca. Esta viña, subsidiaría de Santa Carolina, fue una de las pioneras en ocupar el rótulo de Viña Boutique, denominación que apareció hacia mediados de los 90 en Chile y que designaba bodegas orientadas a producir pequeñas cantidades (pequeñas en relación a las grandes viñas, claro) de sólo buenos vinos. Y, muy importante, con el mercado externo como gran foco. Viña Casablanca fue la chochera de Santa Carolina. Al mando de Ignacio Recabarren, esta viña fue la primera en mostrar al público chileno, por ejemplo, que el sauvignon blanc del Valle de Casablanca tenía un futuro alucinante. Además, le sacó brillo a los tremendos cabernet El Bosque Estate que, consistentemente, se ubicaron entre los mejores de Chile.
Pero Ignacio se fue y Viña Casablanca no volvió a ser la misma. El español Joseba Altuna hizo algunas cosas, pero él es Navarro, Norte de España, tempranillo, y su mano no funcionó con los sauvignon de Santa Isabel, el clásico viñedo de Casablanca. El Bosque tampoco llegó a las alturas que suponía su nombre, pero Joseba no estaba allí todo el tiempo. Y así las cosas no salen. No fue su culpa. Viña Casablanca, de ser una de las estrellitas de la escena local, de hacer mucho ruido con sus blancos y sorprender cada vez más con sus tintos, pasó al anonimato. Una pena.
Todo lo anterior es lo que viene a mi cabeza mientras me dirijo a conocer los primeros atisbos de cambio que Andrés Caballero y Sven Bruchfeld, los nuevos enólogos de Viña Casablanca y Santa Carolina, respectivamente, están implementando para sacar a estas dos marcas de la siesta en la que parecen haber caído. Quiénes son? Andrés viene de trabajar en Montes, una buena escuela, mientras que Sven estuvo al mando de MontGras y, antes, fue parte del equipo de Errázuriz.
Una de las cosas que aprendo en este cata (y aprendí varias) es que estos dos jóvenes se llevan bien, trabajan en equipo, se consultan, intercambian muestras, están al tanto de lo que hace el otro. Esa sinergia sin duda que los llevará por buen camino. Otra cosa que aprendo es que desde que llegaron se han dado el trabajo de probar todo lo que Santa Carolina ha hecho en los últimos, digamos, cuatro años y que han tenido la posibilidad de influir con su nueva escuela de mayor fruta, de mayor claridad varietal, desde la cosecha 2004 (sólo a nivel de mezclas) y con mayor fuerza desde 2005 cuando le echaron mano a las barricas. La cosecha 2006 es la primera que ambos realizan en sus respectivos cargos.
De esa primera cosecha pruebo varias cosas. Una de las primeras que me llama la atención es el Sauvignon Blanc Santa Isabel Estate de Viña Casablanca. Fiel a su estilo elegante, profundo, denso y a la vez de una textura adorablemente suave, esta versión de Caballero se instala de inmediato entre los buenos Santa Isabel sauvignon que yo he probado y debe ser uno de los mejores sauvignon de este 2006. Y ojo que eso es decir harto.
Tras esa primera grata impresión, pruebo prácticamente todo el catálogo de ambas viñas, en años 2004 y 2005. Junto al sauvignon Santa Isabel, concluyo, también me quedo con el Reserva de Familia Carmenère 2005 Santa Carolina que viene de Pichidegua y que es una delicia de frutas rojas y textura aterciopelada. Pero en general, me gustan varias cosas más, casi todas del 2005 que fue un gran año y, también fue un año en el que ambos enólogos pudieron meter más mano.
Sin embargo, lo mejor viene al final. Tintos 2006 que serán parte de futuras mezclas aún sin destino publicable. El primero de ellos es un malbec delicioso que viene, otra vez, de Pichidegua. Ojo con este vino, caiga donde caiga. Tiene la fruta y la viveza de los buenos exponentes mendocinos y eso en Chile es algo que muy pocos pueden decir. Además, un syrah de Casablanca que se las trae por su frescor y mineralidad, un estupendo carmenère de Los Lingues (el área de Colchagua Oriente en donde también tiene viñedos Casa Silva) y un riquísimo y jugosísimo cabernet de Marchigue, también de Colchagua, pero esta vez hacia el oeste.
Todos estos vinos son una muestra, un guiño, de que Santa Carolina y Viña Casablanca están aspirando a más. Y que tienen armas para lograrlo. Ahora, y como dije al comienzo, la enología tiene que ser respaldada por el marketing. Y allí la tarea es dura. Hay que despertar a estas dos marcas, volver a ponerlas en el tapete, sacarles brillo, mostrar la fuerza que estos dos enólogos tienen, pero también mostrar viñedos, mostrar variedad y consistencia. Y eso toma tiempo o, al menos, más que un par de buenas cosechas.
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