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Se anuncian importantes subidas hasta del pan por el encarecimiento que están experimentando los cereales por "culpa" de los biocombustibles. Aunque solo sea por empezar con buen pie el nuevo curso político, esperemos que el vicepresidente económico Solbes acierte cuando dice que la crisis de las hipotecas toca a su fin porque, por lo que estamos oyendo estos días, si no es que no vamos a tener ni para el pan. ¡Vaya por Dios!, tanto clamar por una energía limpia que nos ayude a reducir el agujero de la capa de ozono sin que tengamos que volver a la "bici", y cuando al fin la encontramos, resulta que el agujero se abre en la capa más sensible de nuestro propio bolsillo: la cesta de la compra
Bromas aparte, donde de verdad pinta el asunto negro como una noche sin luna es, pues donde siempre, en los llamados países en vías de desarrollo (es decir, los "pobres"). Lo que para los "ricos", entre los que nos encontramos, puede ser una figura retórica, como que no vamos a poder comprar ni el pan, para los "pobres" podría ser aun más literal de lo que ya lo es. Al ser más "rurales" y poseer ecosistemas y climas más adecuados para la producción de biomasa que los países industrializados, los países "pobres" deberían ser los más beneficiados por el incremento de la demanda mundial de biocombustibles; esta podría ser, al fin, su gran oportunidad. Pero, como señalaba hace unos días el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la FAO, el debate político sobre el asunto no gira, actualmente, sobre el enorme potencial del nuevo negocio para reducir el hambre, la pobreza y el daño al medio ambiente del planeta, sino sobre cÓmo evitar que a los que ya comemos nos suban el precio del pan.
La forma de conciliar ambos intereses, según este experto, existe. Adoptar medidas para que los pequeños campesinos de los países "pobres" puedan organizarse y generar una parte importante de la bioenergía que demanda el nuevo mercado en condiciones sostenibles y competitivas, haría bajar los precios al introducir más biomasa en el mercado, y permitiría a los países en desarrollo participar en unos beneficios que ya hoy son multimillonarios y que en la actualidad se reparten casi en régimen de "duopolio" pues también los de siempre: EEUU y la UE. Este es, según el director de la FAO, el reto "histórico" que ponen a nuestro alcance los biocombustibles. No cometamos el "error histórico" de darle la espalda. Sembrar justicia en los países pobres es, además de un deber ético, la única receta contra la mayor lacra de nuestro tiempo: la inmigración ilegal. Si no por solidaridad por nuestro propio interés, ¡a la tarea!
Bromas aparte, donde de verdad pinta el asunto negro como una noche sin luna es, pues donde siempre, en los llamados países en vías de desarrollo (es decir, los "pobres"). Lo que para los "ricos", entre los que nos encontramos, puede ser una figura retórica, como que no vamos a poder comprar ni el pan, para los "pobres" podría ser aun más literal de lo que ya lo es. Al ser más "rurales" y poseer ecosistemas y climas más adecuados para la producción de biomasa que los países industrializados, los países "pobres" deberían ser los más beneficiados por el incremento de la demanda mundial de biocombustibles; esta podría ser, al fin, su gran oportunidad. Pero, como señalaba hace unos días el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la FAO, el debate político sobre el asunto no gira, actualmente, sobre el enorme potencial del nuevo negocio para reducir el hambre, la pobreza y el daño al medio ambiente del planeta, sino sobre cÓmo evitar que a los que ya comemos nos suban el precio del pan.
La forma de conciliar ambos intereses, según este experto, existe. Adoptar medidas para que los pequeños campesinos de los países "pobres" puedan organizarse y generar una parte importante de la bioenergía que demanda el nuevo mercado en condiciones sostenibles y competitivas, haría bajar los precios al introducir más biomasa en el mercado, y permitiría a los países en desarrollo participar en unos beneficios que ya hoy son multimillonarios y que en la actualidad se reparten casi en régimen de "duopolio" pues también los de siempre: EEUU y la UE. Este es, según el director de la FAO, el reto "histórico" que ponen a nuestro alcance los biocombustibles. No cometamos el "error histórico" de darle la espalda. Sembrar justicia en los países pobres es, además de un deber ético, la única receta contra la mayor lacra de nuestro tiempo: la inmigración ilegal. Si no por solidaridad por nuestro propio interés, ¡a la tarea!
Saludos
Rodrigo González Fernández
www..Consultajuridicachile.blogspot.com
www.lobbyingchile.blogspot.com
www.el-observatorio-politico.blogspot.com
Renato Sánchez 3586
telefono: 5839786
santiago-chile
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