Autor: Pablo Valenzuela
29-9-2008
Nada le apasiona tanto como la ciencia. Pero su entusiasmo por los nuevos descubrimientos va unido a una energía que lo desborda y que lo sacó del laboratorio para combinar la investigación con la gestión de proyectos de impacto mundial. En 1981, junto a dos científicos estadounidenses, fundó Chiron Corporation, una de las empresas de biotecnología más importantes de EE.UU. A poco andar, produjo la primera vacuna contra la Hepatitis B creada gracias a la ingeniería genética.
Su invento fue calificado por la revista Business Week como uno de los tres aportes tecnológicos más relevantes de 1986.
Desde entonces, acumula cientos de publicaciones y ha patentado una veintena de inventos junto a sus equipos de trabajo. Hoy sueña que, en los próximos tres años, uno de sus investigadores entregue al mundo una nueva terapia contra el cáncer.
Aunque reconoce sus éxitos, a los 67 años, Valenzuela no los magnifica, su atención está siempre en lo que viene, siente que aún tiene mucho por hacer, dentro y fuera del laboratorio. Y se impacienta cuando piensa que Chile está desperdiciando oportunidades.
"Hace tres meses que la presidenta Bachelet y Arnold Schwarzenegger firmaron el Plan Chile-California y ¡aún no pasa nada!.. Se olvidó, se esfumó", dice.
-Hay iniciativas sectoriales y miles de becas de estudio, especialmente para doctorados.
-¡Eso es demasiado poco! Esas acciones aisladas no producirán el paso real de Chile a la sociedad del conocimiento, que es donde se juega la economía del siglo XXI. Eso requiere de un liderazgo fuerte, al más alto nivel, y de un plan sofisticado, serio y bien estructurado. En ese sentido, no estamos haciendo lo necesario.
-¿No será un poco drástico? El Consejo Nacional de Innovación ha hecho propuestas que van en esa dirección.
-No, no es así. Mire, lo que se ha propuesto va dirigido a mejorar nuestra producción en áreas específicas, como los salmones, vinos o frutas, en las que no podemos perder competitividad. Eso está muy bien, seguiremos dependiendo de los recursos naturales por varias décadas y es indispensable apoyar con más ciencia y tecnología, pero no sirve para lo que le estoy planteando. Yo estoy hablando de dar un salto cualitativo que permita a Chile convertirse en país desarrollado. No hay ninguna propuesta al respecto. Por eso, me asusta que desperdiciemos la oportunidad que nos abre el Plan Chile-California.
-¿Por qué le entusiasma tanto ese acuerdo?
-¡Porque nos entrega la oportunidad de engancharnos con la Meca de la economía del conocimiento!-, exclama en un tono vehemente, realzado por los gestos expresivos de sus manos grandes-. "Es el único lugar del mundo que ha logrado aumentar el crecimiento y aplanar el gasto de energía. ¡Eso es California, ni más ni menos! Este acuerdo es una excelente iniciativa, pero ahora el desafío es hacernos un espacio allá y lograr que una parte de ese desarrollo sea también para nosotros".
-¿Y qué debiéramos hacer a su juicio?
-Entender que se debe ir más allá de los recursos naturales y entrar a una economía marcada por las empresas tecnológicas, de software, de biotecnología, farmacia, salud, energía solar; es decir, aquello que está dando origen a las empresas del futuro. Es una tarea difícil pero no imposible.
-¿No será un poco tarde para subirnos a ese carro que va a mil por hora?
-Ese es el punto: hay muchos que aún no se suben. Israel está ahí. Europa, sólo en parte: Portugal, no; España, apenas; recién están subiéndose los países del norte de Europa; Finlandia le achuntó con Nokia en el ámbito de las comunicaciones. Ningún latinoamericano.
-Pero en Latinoamérica hay pesos pesados como Argentina, Brasil o México.
-Chile destaca en América Latina porque ya dio un salto muy grande y, por lo tanto, está listo para dar el segundo. Desgraciadamente, tenemos un país conformista y que no mira a largo plazo. Los gobiernos de cuatro años son fatales, sólo miran las urgencias, mientras las iniciativas que transforman a los países toman 20 ó 30 años.
Centros Chile-California
Valenzuela explica con pasión los esfuerzos de otros países que quieren incorporarse a la fiesta del siglo XXI. En Singapur, por ejemplo, una inversión gigantesca permitió importar capital humano. Sólo en biotecnología invirtió US$ 15 mil millones en los últimos 10 años, para crear una docena de institutos de punta, con los mejores investigadores que pudieron contratar en EE.UU., Europa y Japón.
Como en Chile no existen recursos para importar materia gris a cualquier costo, Valenzuela plantea que "debemos salir a encontrarla donde esté". Y aclara que no basta con mandar a miles de becados a obtener doctorados al voleo.
Vivió casi 30 años en California, le gustan los norteamericanos de esa zona porque son relajados, conversadores, dispuestos a conectarse con otros, "easy going", precisa. Subraya que se trata de invertir para entusiasmarlos en proyectos conjuntos y no de partir a pedirles plata. Convencido de que Chile puede ser parte de ese mundo que recién comienza, se levanta de su asiento y garrapatea en una pizarra blanca los pasos a seguir.
"Tenemos que identificar unos 20 grupos top de científicos e ingenieros chilenos que estén trabajando en áreas complementarias con 20 grupos de alta tecnología en California, para que puedan ser su contraparte", argumenta.
-¿Existen 20 grupos así en Chile?
-Pienso que sí. Tenemos buenos profesionales en física aplicada, química de materiales, biotecnólogos, fisicoquímicos. También hay buena gente para trabajar en software. Si encontramos siete grupos en vez de 20, ¡partimos con siete en un programa piloto! El gobierno tendría que subsidiar con cinco millones de dólares a cada grupo, a cinco años plazo.
-¿Financiaríamos nosotros a los californianos?
-Sí, una parte del trabajo conjunto, porque eso nos permitiría tener derecho a participar de sus logros. Lo importante es entender que esto no es un programa para los científicos: es una inversión para entrar en el terreno desde el cual surgirán las empresas del futuro.
-¿Cómo se pasa de esta asociación inicial de investigación a participar en el negocio futuro?
-Esa primera etapa es para armar los grupos, incentivar a los californianos a trabajar con nosotros, para intercambio de investigadores, para formar allí a nuestros futuros doctores y postdocs. Y, finalmente, para que nuestros inversionistas participen en la creación de compañías tecnológicas.
Las líneas van y vienen por la pizarra, dibujando tentáculos que representan los grupos de investigación que darán origen a empresas de alta tecnología con capitales chilenos. Hay tentáculos que se unen a pequeñas sociedades ya establecidas, otros que parten de cero.
Enorme liquidez
-En Chile, ¿hay capitales para esta aventura?
-¡Por supuesto! Hay muchas personas con ganas de invertir y no encuentran dónde. Hay una enorme liquidez esperando proyectos que entusiasmen intelectualmente. Una cosa es comprar acciones de LAN, Falabella o Pucobre, y otra es involucrarse en algo que los motive.
-¿A su juicio, los empresarios chilenos quieren proyectos novedosos porque ya juntaron suficiente riqueza?
-Sí. Y son muchos. Yo participo en un fondo de capital de riesgo chileno y conozco bien esa realidad.
Esta es una de las particularidades de este científico que, contrariamente a la mayoría de sus pares, se mueve con la misma soltura en el laboratorio, en la academia, en el mundo empresarial y en las esferas de poder. Más aun, logra que los hombres y mujeres más empingorotados se encierren durante cuatro horas y tres días seguidos a jugar a ser científicos. Delantal blanco y pipeta en mano, manipulando genes y células humanas, se internan en la revolución biogenética y se maravillan con sus posibilidades.
Personas tan diversas como Pedro Ibáñez, René Cortázar, Gaspar Galaz, Cristina Bitar, Pablo Longueira, Alvaro Saieh, Agustín Edwards, Marcelo Tokman, Hernán Büchi, Esperanza Cueto, Rafael Guilisasti y Ricardo Lagos, entre otros, han pasado ya por los Talleres de Ingeniería Genética para Líderes de Opinión, que Pablo Valenzuela organiza junto a su mujer, la bióloga Bernardita Méndez, presidenta de la Fundación Ciencia para la Vida.
Todos salen del taller exultantes y, los que pueden, buscando proyectos para invertir. Según él, para los grandes empresarios "invertir 5 millones ó 10 millones de dólares en este ámbito no es nada. ¡Son cantidades ínfimas para los hombres de negocios... cinco millones no es nada!".
Sin embargo, advierte que su propuesta para el Plan Chile-California no puede limitarse a los privados.
"Hay que agregar a la Corfo, que tiene capitales de riesgo pero sólo puede invertirlos en Chile. ¡Eso es totalmente anticuado! Los países ya no existen: lo que existe es el mundo. Tal como las AFP invierten en Europa o Estados Unidos, la Corfo también tiene que actuar globalmente. Más aún, debiera ser la institución que identifique las empresas en las que vamos a invertir, las que tienen mayor potencial de crecimiento. Es la Corfo la que debe invitar a los privados a unirse a este plan de desarrollo", sostiene.
Volviendo a la pizarra, insiste en la globalización. "No importa dónde estén ocurriendo las cosas, lo trascendente es que los chilenos participemos desde un comienzo de los nuevos inventos", recalca, mientras dibuja laboratorios, universidades y empresas de California donde los chilenos irán a aprender, pero también a participar de la torta, aunque sea en una tajada pequeña.
"Figúrese -continúa apasionado-, cómo le va cambiar el pelo al país en 20 ó 30 años si esto funciona. No es sólo un asunto económico: es también cultural. Porque cuando alguien tiene su dinero metido en eso, se interesa, aprende, transmite, y eso beneficia al país entero. Los desayunos ya no serán para hablar puras banalidades cortoplacistas".
-Más allá de su entusiasmo, para un país pobre como el nuestro, ¿no será una apuesta demasiado riesgosa?
-En general, estas compañías multiplican su valor entre diez y cien veces en cinco a diez años, dependiendo del nivel de éxito. Por lo tanto, si uno diversifica los recursos, el riesgo es bastante controlado. Después de una década, con 30 ó 50 centros Chile-California, tendremos a nuestros científicos trabajando con sus pares de California, estará involucrado el Estado, las universidades y los empresarios, estaremos participando en la capitalización y gestión de empresas tecnológicas y globales. Paralelamente, los miles de estudiantes becados, en vez de andar dispersos por cualquier parte, se especializarán en esos temas y podrán trabajar con estos grupos. Todo integrado en un plan serio, que tenga sentido en la tarea de incorporar a Chile a la economía del conocimiento.
Dan ganas de creerle. Mal que mal no es un sabio loco sino un doctor en Química de la Universidad de Northwestern, postdoctorado en la Universidad de California. Y en materia de emprendimiento, basta ver el pujante Parque de Ciencia y Negocios que levantó junto a sus amigos, los bioquímicos Mario Rosemblatt y Arturo Yudelevich. De algún modo, un piloto de lo que propone para Chile.
Detrás del Estadio Nacional, en medio de jardines donde los investigadores comparten y almuerzan en mesones campestres, modernos laboratorios y oficinas albergan a la fundación sin fines de lucro Ciencia para la Vida; la empresa de biotecnología GrupoBios, que exporta a más de 17 países; una incubadora de empresas chilenas; el Instituto Milenio de Biología Fundamental y Aplicada; la revista BioPlanet; un laboratorio de la compañía norteamericana Medivation Inc. (avaluada en más de US$ 500 millones) que investiga medicamentos para el Alzheimer; un laboratorio de la neozelandesa The Tree Lab, que trabaja en propagación de plantas; un proyecto de biología genómica junto a Microsoft, decenas de estudiantes de doctorado chilenos y extranjeros que circulan por las instalaciones con sus delantales blancos.
Todo comenzó hace menos de 10 años con tres personas. Hoy suman casi 150. Trabajan en el área forestal, frutícola, de
extracción de cobre, estudian el Hanta Virus o buscan vacunas contra el sida y el virus ISA que afecta a los salmones.
"Aquí no hay una estructura central que organice el todo", comenta Valenzuela. "El management por objetivos es un horror. Lo que sirve es el desorden ordenado, el caos creativo, donde la convivencia con los demás enriquece el trabajo de cada uno, donde investigación pura, investigación aplicada y gestión empresarial se potencian. En este rincón de ciencia y negocios se funciona metiéndose en el mundo y no mirándose el ombligo".
Terapia para el cáncer
Sus ojos claros reflejan una permanente búsqueda, le gusta explorar y crear. Distingue entre la innovación como mejoramiento de un proceso o descubrimiento de un nuevo nicho de mercado y la innovación dura, disruptiva, que conlleva un cambio fundamental. Es ésa la que lo hace vibrar y que hoy lo tiene expectante ante el hallazgo de un nuevo diagnóstico y tratamiento para el cáncer.
En GrupoBios, el profesor Luis Burzio lleva más de 10 años trabajando en una tecnología que permite matar células cancerosas sin tocar las células normales. Es como meterle una balita a la célula precisa. No es quimioterapia: es una terapia molecular muy específica. Es una enorme revolución que ya está patentada en varios países. Pero aún falta.
"Sabemos destruir la célula cancerosa en un cultivo. Ahora tenemos que destruir el tumor dentro de un organismo vivo y estamos comenzando a probarla en animales. Estamos trabajando con el Cancer Center de la Universidad de California y con el Ludwig Cancer Institute de Sao Paulo, que jugó un rol fundamental en la nueva vacuna para el cáncer uterino", dice.
-¿De qué tipo de cáncer hablamos?
-De todos. Además, también permite el diagnóstico de manera mucho más certera que los métodos actuales. Trabajamos con varios hospitales en esta área, pero lo que realmente me entusiasma es el tratamiento. ¡Ese es un sueño enorme! Tener una cosa como ésta es como tener un sol para el grupo. Hace un par de semanas se creó una nueva empresa -Andes Biosciences- para comercializar estos hallazgos. Ahora vamos a pedir recursos a la gente que quiere invertir en proyectos interesantes.
-¿Cuándo esperan llegar a puerto?
-En dos a tres años. Si funciona bien en animales, se lo venderemos a una empresa farmacéutica importante, capaz de producir un buen producto para sanar el cáncer.
-Con este hallazgo, ¿Chile podría tener un Nobel?
-No sé. En la lucha contra el cáncer han muerto demasiados proyectos que parecían exitosos. Pero esta tecnología tiene su chance. De hecho, ya recibió el primer premio del Instituto Pasteur en Francia, que hizo una prospección de todos los proyectos de biomedicina en Latinoamérica.
Pero si se habla del Nobel, lo siente más cerca por el lado del doctor Michael Houghton, uno de los científicos de su equipo en Chiron Corporation, que descubrió el virus de la Hepatitis C y con quien se encerró en el laboratorio para crear el test que permite detectar este virus, que hoy se utiliza en todos los bancos de sangre del mundo.
El descubrimiento de este virus lo emociona más que la vacuna contra la Hepatitis B de la cual es autor directo. Quizás porque nadie les creía lo que habían encontrado. Invitaron infructuosamente a un grupo de expertos a analizar los datos. Luego pidieron muestras de sangre para que ellos definieran cuáles tenían el virus mortal. El resultado fue cero falta. Recién entonces comenzaron los aplausos. El año 2000, el doctor Houghton ganó el Lasker Award, considerado la antesala del Nobel.
Piñera e HidroAysén
Por más complejo que sea el tema, Valenzuela transmite cercanía, su sonrisa grande y su hablar juvenil denotan una capacidad de vivir ligero de equipaje. Se reconoce "suertudo" y recuerda que llegó a la Universidad de California por mero azar, cuando el profesor que lo acogería para su postdoctorado le avisó que no tendría plata para recibirlo, pero que lo recomendaría donde quisiera. Así cayó justo en la cuna de la ingeniería genética y del boom tecnológico que cambió a California.
Llegó a un laboratorio atestado de investigadores y tuvo que instalar su escritorio en el pasillo. Allí hacía sus experimentos de sol a sol, y allí lo veía todas las tardes el inaccesible director del departamento, el doctor Bill Rutter.
"La gente lo odiaba, no lograba hablar con él. Pero camino a su oficina pasaba por el pasillo y se paraba a conversar conmigo. Después me odiaban a mí, pero yo era un pobre pelagato de Chile, ¡todo fue gracias a un escritorio en el pasillo! Con él fundamos Chiron y es uno de mis mejores amigos", cuenta.
Hasta hoy mantiene intacta su casa en California, pero jamás perdió el contacto con Chile. En uno de sus viajes, conoció a Bernardita Méndez, a quien reconoce como un complemento intelectual indispensable a lo largo de su carrera. Tienen dos hijos que se suman a los tres de su primer matrimonio. Francisca -la única mujer- se ha convertido en una de las más promisorias cantantes jóvenes. Fue ella quien los trajo de regreso a Chile al descubrir el calor latino de sus compañeras del Saint George, donde venía sólo por tres meses. Se demoraron un par de minutos en desarmar las maletas y quedarse. Sin duda, ligeros de equipaje.
Del optimismo y la euforia que le provoca la idea de sacarle lustre al Plan Chile-California, pasa al escepticismo cuando se refiere a la falta de planificación y los pocos recursos que se dedican a la ciencia y la tecnología.
"Ni siquiera han convocado a un grupo de científicos para que haga un brainstorming y así definir el camino a seguir. Hay por lo menos 20 gallos capaces de imaginar algo bueno, distinto, mejor de lo que hacemos. Pero el drama es que los políticos no entienden de qué se trata esto. Justo antes de que la presidenta firmara el acuerdo con California, un alto funcionario me comentó feliz que ya estábamos al otro lado, que el ministro Andrés Velasco había dedicado 10 millones de dólares para este programa. No sé si el desubicado era él o el ministro, pero esa cantidad es absurda, ¡necesitamos por lo menos US$ 200 millones para partir!", dice.
-Usted forma parte de uno de los grupos Tantauco de Sebastián Piñera, ¿confía en que si es elegido presidente se podrá concretar su propuesta?
-No sé, no lo podría asegurar. ¡Cuántas veces, desde Aylwin hasta hoy, han dicho que hay que dedicar por lo menos el 1% del PIB a la investigación, y todavía no pasa! Estoy apostando a Piñera, pero con cierta reticencia, porque hasta ahora Chile nunca ha hecho algo así, complejo, difícil, pero que nadie me puede decir que no va a resultar.
-¿Cuál es su relación con la política?
-No soy político, no milito en ningún partido. Si pensara que a través de la política se pueden hacer las cosas, me habría metido en serio en ella. Ahora estoy apoyando a Piñera porque creo que Chile necesita un cambio, un remezón para despertar.
-¿Le cuesta cambiar de opinión?
-¡Para nada! No me amarro, me gusta explorar las orillas de las cosas y ver qué encuentro. En ese sentido, soy un poco flotante.
-¿No teme que le digan que es contradictorio o poco consistente?
-Me han dicho que soy contradictorio, demasiado transversal políticamente, que navego de acuerdo a la situación. Es verdad, muchos científicos somos así. Porque vivimos pidiendo fondos para hacer ciencia.
-Para usted la relación de la ciencia con la empresa es indispensable, sin embargo es un gran defensor de la investigación básica, ¿por qué?
-Porque sin investigación básica, sin gente que entienda los fenómenos básicos ni siquiera podemos hablar con quienes están en las tecnologías de punta. Si alguien escribió su último paper hace 20 años ya se ha convertido en un iletrado en su propia área. No se puede avanzar a la economía del conocimiento sin investigación básica. Es allí donde saltan las grandes innovaciones. Las alianzas que propongo con California sólo pueden partir a ese nivel. Esos científicos nos permitirán aportar a los estudios de nuevas formas de energía solar, de energía eólica, de desalinización de las aguas.
-Para un país como el nuestro, ¿no será más fácil comprar tecnología que intentar aliarse a los grandes?
-Si no estás metido, no sabes qué comprar. Siempre estarás comprando tecnología para tus empresas anticuadas. Además, no es verdad que todo se puede comprar. La tecnología que se vende es la que ya no la lleva porque, obviamente, los dueños de las patentes las exprimen antes de venderlas. Pero, sobre todo, no hay que seguir pensando que somos un país chiquitito, ¡es un país más grande que la miéchica, es el mundo entero!
-Usted es un opositor a las hidroeléctricas de Aysén. ¿Por qué?
-Mire, yo no soy ecologista ni quiero que la gente se vaya al campo para cuidar la naturaleza, pero hacer esa monstruosidad en Aysén es un pésimo negocio y un daño irreversible para el país. ¡En California las están sacando, y nosotros las estamos armando... hay que ser muy tonto!
-¿Por qué tan drástico?
-¿Usted conoce Machu Picchu o la Muralla China? ¿Ha visitado las ruinas de México, la catedral de Westminster en Londres, la universidad de Uppsala en Suecia?. Nosotros no tenemos nada más que la Patagonia, las maravillas del sur y algo en el norte, en San Pedro. Los países se pelean por mostrar alguna atracción turística y nosotros destruimos lo poco que tenemos. ¿Sabe cómo crecerá el turismo cuando unos 100 millones de chinos comiencen a viajar? No se puede construir esa barbaridad, tenemos que proteger nuestras maravillas. Hay extranjeros que pagan hasta el alma por conocer esos paisajes. En unos años más, ¿les vamos a decir a los turistas que visiten las hidroeléctricas? Estos proyectos sólo muestran que tenemos empresas poderosas y un gobierno débil, y ambos con una mirada de corto plazo, que no piensan en el daño que causarán.
Revista Qué Pasa, Septiembre 2008
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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