LA ORGANIZACION DEBE SER FLEXIBLE Y ADAPTABLE; ANTICIPARSE Y CAMBIAR
El panorama económico ha cambiado enormemente en cuestión de unos pocos años. La nueva economía, como ya hemos visto, no es ajena a los ciclos económicos. Las empresas han de estar preparadas para esos tiempos de incertidumbre. Y las personas que trabajan en ellas también. La desaceleración económica que hemos vivido en los últimos meses ha permitido a muchos emprendedores comprender la naturaleza de una crisis, y cómo afecta económica, financiera, humana y moralmente al entorno de la organización.
Muchas de esas empresas recién nacidas, cuya experiencia en los mercados es prácticamente nula, se han encontrado con un panorama desolador. Es desde dentro de la propia organización desde donde se ha divisado un horizonte confuso. Los despidos en masa, las continuas reestructuraciones, los números nada claros, el incremento de las pérdidas, o la desaparición de competidores, producen una sensación de desánimo en el capital humano.
Si tuviéramos que definir la forma en que actuaron muchos emprendedores de la nueva economía, la palabra malabarista sería la correcta. Presionados por los inversores y el capital, por la búsqueda de rentabilidad y los beneficios, tuvieron que reestructurar la compañía en incontables ocasiones, virando a uno y a otro lado, sacrificando incluso en ocasiones los principios con los que se inauguró la propia empresa, creando un espectáculo visual de malabarismo empresarial. Los que supieron comprender que con estos cambios podrían hacer sobrevivir a la organización, continúan aún hoy entre nosotros. Los que, en cambio, pensaron que su potencial les permitiría cruzar el mar bravío, terminaron sumergidos entre sus aguas, o profundamente a la deriva, sin rumbo.
Tomar esas decisiones sobre el cambio, configurando inconscientemente una organización flexible y adaptable, no son en absoluto sencillas. No todos están preparados para hacer frente a las dificultades de los periodos de cambio o transición. En un contexto así, todos los procedimientos habituales de una organización dejan de tener validez. Es, como asegura Philip Hodgson, una auténtica montaña rusa en la que las ideas, los compromisos y las conductas aparecen opuestos entre sí, y a veces sin sentido. Las personas capacitadas para asumir el cambio, son aquellas que pasan sin problema alguno desde el análisis de una propuesta de un nuevo cliente a la construcción de un nuevo producto; desde la atención personal del equipo financiero de los inversores al despido de un trabajador por incumplimiento de objetivos. Las personas con una amplia apertura de miras, son aquellas que comprenden los esfuerzos de las épocas de incertidumbre y se preocupan por trabajar por trabajar más a fondo; son personas a las que no les importa regresar hacia atrás en el tiempo y ponerse a trabajar en sus viejas obligaciones, o incluso romper con las que actualmente hacen aceptando nuevos compromisos. Las personas que entienden que las empresas han de ser flexibles, son aquellas que siempre están dispuestas a cambiar e incluso aportan su visión sobre el cambio.
Antes de preguntarse por qué cambiar y en qué dirección, anticípese y cambie. Y, sobre todo, no se desanime. La falta de motivación es el primer síntoma de una enfermedad que contagia a la organización.
Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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