La doctora Doris Rapp alerta sobre el peligro de los químicos
Pionera en medicina ambiental, insiste en que es necesario que políticos y empresas actúen contra el uso de estos tóxicos.
Por Rafael Carrasco / Fotografía: Gloria Rodríguez
La doctora Doris Rapp es internacionalmente reconocida como la "madre de la medicina ambiental" por su experiencia de cuatro décadas en el tratamiento de patologías ligadas a alérgenos comunes y contaminantes, y por sus varios libros sobre la "guerra química" que sufrimos. Médica e investigadora de las más reputadas instituciones de Estados Unidos, esta mujer de casi 80 años de edad, que aún sigue dando conferencias a lo largo y ancho del planeta, nos advierte en esta entrevista de que el mundo desarrollado vive una plaga de infertilidad, cáncer y alergias que es consecuencia directa de la exposición permanente a sustancias químicas que padecemos.
Lo más llamativo de sus investigaciones y sus libros es tal vez la relación que establece entre la hiperactividad que sufren muchos niños y la exposición a sustancias químicas. ¿Puede explicarla? En realidad, es la combinación de cinco elementos polen, hongos, polvo, alimentos y sustancias químicas lo que produce dicha enfermedad. Cualquiera de ellos, o en combinación, puede ser causa de que un niño normal, en pocos minutos, pase a comportarse de manera anormal. Los cuatro primeros, en general, provocan la reacción entre media hora y dos horas después, pero los productos químicos producen la reacción en segundos. Los médicos tratan a los niños hiperactivos con pastillas. Hasta el momento se les daba Ritalina [metilfenidato], pero ahora ya se les está empezando a medicar con fármacos para adultos con problemas psiquiátricos serios, cuya seguridad todavía no ha sido evaluada. Por ejemplo, Strattera [atomoxetina], que está produciendo ataques cardiacos, depresiones y tendencias suicidas en niños de tres y cinco años. Esto es un desastre.
¿Cuál sería el mecanismo por el que un contaminante produce esa reacción hiperactiva en cuestión de segundos? Las sustancias químicas están por todas partes, en el aire que respiramos, en elagua que bebemos, en la ropa, en la escuela, en casa. Entran por la nariz y a través del nervio olfativo van directamente al cerebro y actúan sobre él. Puedes oler una sustancia y, si eres sensible a ella, en pocos segundos eres incapaz de andar, de pensar o de hablar, no te puedes mover con normalidad. Una billonésima parte de un químico puede producir una reacción muy extrema.
La hiperactividad o la alergia a productos químicos no son, en todo caso, dolencias muy comunes, pero hay enfermedades más extendidas que también tienen mucho que ver con la emisión de venenos al medio ambiente, ¿no? La infertilidad o el cáncer se han convertido en epidemias. Estoy corrigiendo un libro sobre la influencia de los químicos en las epidemias. Esos productos tienden a producir daños en el sistema nervioso y perjudican al sistema inmunitario, lo cual lleva a un exceso de infecciones, cáncer y alergias. También dañan el sistema endocrino, lo que provoca diabetes epidémica, insuficiencia en el sistema de drenaje y daños en el sistema reproductivo y en el circulatorio.
Otro asunto preocupante son los efectos hormonales o estrogénicos que tienen esas sustancias. Si una mujer embarazada ingiere alimentos o líquidos contaminados con plásticos que contengan ftalatos, se aprecia que el niño, en el útero, tiene unos genitales más pequeños y pueden afectar a su sexualidad. Las niñas que se han visto expuestas a la acción de los componentes de los plásticos desde pequeñas desarrollan los pechos a los seis u ocho años. De hecho, la calidad del semen y el recuento de esperma [la cantidad de espermatozoides por unidad de esperma] han caído drásticamente. En la década de 1930, los hombres tenían 120 millones de espermatozoides por mililitro de esperma; en los setenta, bajó hasta los 100 millones, y ahora estamos en 25 o 30 millones. Los estudiantes actuales tienen un recuento tan bajo de esperma que podemos despreocuparnos por posibles embarazos de nuestras hijas [bromea].
¿Se refiere a la baja calidad del esperma de los jóvenes o a alteraciones de la sexualidad tal vez como consecuencia de la exposición general a estrógenos de origen químico? Si las madres embarazadas están en contacto con plaguicidas, lógicamente los niños nacen con anomalías. Sin entrar en valoraciones morales sobre determinado tipo de sexualidad, lo cierto es que, hace unos años, una persona de cada 40.000 podía llamarse transexual, y ahora estamos hablando de una de cada 10.000, lo cual significa, sin entrar nuevamente en consideraciones morales, que algo está cambiando.
En sus libros y conferencias también advierte del peligro al que estamos expuestos por la "invasión" de alimentos y cultivos transgénicos. Los alimentos transgénicos pueden acabar extinguiendo a la raza humana. De hecho, los organismos genéticamente modificados (OGM) pueden alterar nuestro ADN, y así, podemos estar expuestos a alergias y hay estudios que demuestran que las personas y los animales son capaces de producir toxinas ellos mismos. Con los OGM, quién sabe si nuestro cuerpo no acabará siendo una fábrica de toxinas
¿Es usted optimista o pesimista sobre este acoso químico que sufrimos? Soy muy pesimista. Desde que están en el útero, los niños están expuestos al PVC, al teflón de las sartenes, a cualquier cosa que toma la madre. En Estados Unidos, un niño recién nacido tiene un promedio de 200 agentes tóxicos en la sangre. Muchos de estos productos pueden dañar el sistema cerebral, el sistema nervioso. Tan pronto como nace el niño, se le administran vacunas, y aún le hacemos más daño. Se le alimenta con leche materna que contiene las sustancias químicas de la madre; utilizamos leche genéticamente manipulada, ponemos esta leche transgénica en un biberón de plástico y lo metemos en el microondas
La combinación no puede ser peor. A veces leo mis libros y me pongo a llorar. Durante mucho tiempo me decía a mí misma que no quería contar estas cosas, pero alfinal concluí: "Doris, tienes que explicar lo que realmente está pasando", y entonces empecé a dar charlas.
¿Debemos entender que no hay nada que hacer? Hay cosas que podemos hacer para protegernos a nosotros mismos. Tengo una lista de 27 consejos [ver recuadro] muy fáciles de aplicar, cada uno en su propia casa. Por ejemplo, no utilizar sartenes de teflón, sino otras con revestimiento de cerámica. Evitar los microondas porque producen cáncer; hay unos hornos tostadores que funcionan sin microondas. No usar bolas de naftalina para la ropa, se pueden utilizar otros productos o envasar al vacío la ropa para que no coja moho. Hay que ventilar las prendas recién venidas del tinte antes de guardarlas en el armario. Tratar de comprar ropa confeccionada con fibras naturales, como la seda o el algodón. Los pañales de plástico son muy perjudiciales para los niños, debemos volver al algodón. La comida infantil tiene que ser biológica porque, si no, les estamos dando plaguicidas desde pequeños. Si los políticos nos dejan, podemos limpiar la comida, el aire y el agua.
Menciona reiteradamente los plaguicidas. ¿Tan peligrosos son? En el oeste de Estados Unidos se ha perdido el 60% de las abejas, y en el este, el 70%. Esto es un desastre natural de gran magnitud. Es posible que en cuatro años, si las abejas desaparecen, no haya polinización, y entonces nos quedaremos sin plantas y, por tanto, sin comida. Algunos dicen que puede ser debido a los campos electromagnéticos, no hablan de las sustancias químicas, que son obviamente las causantes de la muerte de las abejas. Si utilizas plaguicidas en tu casa por ejemplo, en el césped de tu jardín, tus hijos tienen hasta siete veces más posibilidades de desarrollar una leucemia o un linfoma. Si una mujer embarazada se expone a plaguicidas durante el embarazo, aumenta un 70% las posibilidades de tener un aborto o un niño con malformaciones. Si el padre está rociando con plaguicidas sus tierras, puede provocartambién daños al niño o a sus futuros hijos, o nietos.
En un mundo así, ¿tendría usted hijos? No. Estamos dejando una terrible herencia a nuestros hijos, porque sus cerebros van a estar menos capacitados y menos preparados para manejarse.
¿Cree que los políticos que toman las decisiones públicas saben todo esto? Puede que algunos de ellos sí, pero no les interesa mucho. He enviado mi último libro, Nuestro mundo tóxico, a cientos de políticos y no he encontrado ningún eco porque no es de su interés. En Estados Unidos no es políticamente correcto decir que el lobbying [la presión de las industrias sobre los poderes públicos para defender sus intereses exclusivos] es un tipo de corrupción, pero es necesario que digamos, que hagamos público, que el lobbying está generalizando la corrupción en la Administración pública, y eso es totalmente inaceptable. Si no convencemos a los políticos del daño que causan las industrias de fármacos y de químicos, estamos perdidos.
Recientemente se ha aprobado en Europa la Directiva REACH sobre seguridad química, muy 'descafeinada' por la presión de la industria a ambos lados del Atlántico. ¿Cree que es suficiente, como sostienen Bayer, General Electric y otras compañías, el conocimiento que se tiene sobre los efectos de sus productos en nuestra salud o en el medio ambiente? No se ha estudiado suficientemente sus efectos; apenas se han hecho estudios en niños o en jóvenes que prueben que estemos a salvo. Con demasiada frecuencia nos dicen que pequeñas cantidades de sustancias químicas no son importantes, pero están muy equivocados. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ya no realiza los estudios [de riesgo de las sustancias], le dice a las industrias que los hagan. Hay mucha corrupción. No se permite que se hagan determinados estudios. Hay demasiadas restricciones a la investigación. Muchas veces, se alteran los datos para hacerlos "más convenientes" en los informes, yaunque se pruebe el daño de un producto, se sigue diciendo [desde el gobierno]: "Bueno, pero durante dos o tres años más pueden seguir usándolo porque no pasa nada", aunque ya se ha demostrado que sí pasa. Es una situación realmente absurda.
Una vida dedicada a la investigación A sus 78 años, la doctora Doris Rapp presenta un impresionante currículum de títulos y tareas científicas y docentes. Autora de cientos de artículos publicados con sus descubrimientos, ha dado múltiples conferencias por todo el mundo y ha escrito también varios best-séllers de divulgación científica, como The Impossible Child (El niño hiperactivo o insoportable) o, el último, Nuestro tóxico mundo. Durante cuatro décadas, su trabajo ha demostrado la incidencia de las sustancias químicas presentes en detergentes, suavizantes, cosméticos o pinturas en la epidemia de cáncer e infertilidad que padece todo el mundo desarrollado, en la mayoría de las alergias y en muchos de los problemas de comportamiento o falta de atención en los niños. Se la considera una pionera de la medicina ambiental y continuadora del trabajo de Rachel Carson, la primera voz de alarma contra el DDT y otros productos químicos tóxicos similares. Al hilo de sus investigaciones, en los últimos años, la doctora Rapp ha adquirido notoriedad mundial por sus éxitos en el tratamiento de niños hiperactivos, fundamentalmente aislándolos de sustancias químicas comunes.
Qué debemos evitar cada día Doris Rapp ofrece una amplia lista de consejos para protegerse de la agresión química. La lista completa se puede conseguir a través de la Fundación Alborada (www.fundacion-alborada.org), organizadora del Primer Congreso de Medicina Ambiental, celebrado en Madrid en mayo de 2007. - Comer alimentos sin plaguicidas y sin transgénicos. Comprar comida biológica baja en grasa y carne de animales no tratados con hormonas ni plaguicidas. - No usar microondas.Es mejor cambiarlo por un horno eléctrico gratinador para hacer un calentado rápido. -Evitar las sartenes de teflón; es mejor el revestimiento de cerámica o el cristal. - No usar papel de aluminio para guardar comida o para cocinar. - No usar bandejas de plástico para almacenar alimentos, ni botellas de plástico. - Evitar el amoniaco, los productos desatascadores de cañerías e inodoros y los que contengan fenol. En su lugar, comprar productos de limpieza tradicionales. - Evitar los ambientadores que contengan formaldehído, ya que es cancerígeno. - No usar relleno ni telas sintéticas para los muebles. Si es posible, elegir madera natural, metal o cristal. - En colchones y ropa de cama, no usar poliuretanos, poliéster, ni fibras sintéticas o tratadas con plaguicidas y antibacterias. - Lociones, lápices de labios y cremas hidratantes pueden contener ingredientes que causan cáncer y otras enfermedades. Comprarlos en herbolarios o ecotiendas. - Evitar las zonas de depósitos tóxicos en su ciudad. Antes de alquilar o comprar una vivienda, hay que informarse en la oficina de Sanidad local. más info, pinche aquí http://www.larevistaintegral.com/articulo.jsp?id=1369558
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